EXCENTRICIDADES HISTÓRICAS


OPINIÓN / HISTORIAS / HUMOR

¿Y si un presidente pasea un chivo en el Senado?

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Por Walter R. Quinteros

Leyendo sobre algunas excentricidades de nuestros gobernantes, que son varias a lo largo de nuestra historia y, en razón de una de ellas alcanzada por nuestro colaborador Luis Illuminati, donde nos habla sobre el caballo de Calígula, llamado Incitato, haremos entonces un poco de historia.

Las excentricidades de Calígula no tenían fin, igual que su crueldad: obligó a su suegro y a su abuela a matarse porque, según su parecer, sus cabezas no estaban equilibradas con respecto a sus cuerpos y esa descompensación le volvía irritable.

Pero mire usted, quién era su mujer...

Tuvo relaciones sexuales con sus hermanas y se acabó enamorando de una de ellas, Drusila, con la que llegó a convivir como si fuera su propia esposa. Cuando ella murió, el temible Calígula se marchó un tiempo de Roma y obligó a sus habitantes a mantener el luto oficial. Cuando volvió parecía otro: estaba descuidado, flaco, hundido, arrastraba ojeras y una enorme barba.

A los senadores que le contradecían, directamente, les rebanaba el cuello o los marcaba con hierros candentes. Una de sus últimas ocurrencias fue cortarlos por la mitad, encerrarlos en jaulas o tirarlos a las fieras. ¿Su mayor hobby? Ver ejecuciones mientras comía. 

Y tener relaciones sexuales con las esposas de sus cónsules. 

Su ritual era invitarles a cenar amablemente y, en un momento dado, señalar a una de ellas para que le acompañase al dormitorio. Nadie hacía ni decía nada.

Sin embargo, lo más curioso de Calígula es que amaba a los animales, muy especialmente a los caballos y, aún con más devoción, al suyo propio, llamado Incitato. 

Lo vio y se enamoró desde el primer momento. 

Se trataba de un caballo de carreras que había nacido en Hispania, de donde en esa época se importaban a Roma cerca de 10.000 equinos al año. Le construyó una cuadra de mármol que era todo un palacete. El animal contaba con un séquito de esclavos que le hacían de sirvientes. Calígula ordenó hasta tallarle un busto de marfil.

Escribió el historiador Cayo Suetonio Tranquilo, que el caballo vestía de color púrpura (que era el color reservado para los poderosos) y lucía joyas y piedras preciosas. Dicen que se alimentaba de avena mezclada con partículas de oro y que Calígula planeó convertirlo en un cónsul.

Era esta una manera de honrar a su bestia y, a la vez, de burlarse del senado.
(Aquí me parece, usted empieza a sonreír...)

Este hecho, nos dice Wikipedia, ha sido tradicionalmente interpretado como fruto de la demencia del emperador, pero lo cierto es que la actitud servilista y pusilánime de los senadores del reinado de Calígula bien pudiera haber influido en dicho nombramiento, volviéndolo un hecho irónico que denotaría el sarcástico desprecio de Calígula hacia las instituciones públicas del Imperio.

Que dato interesante, nos recuerda a algunos años de los siglos XX y XXI, donde parece que los gobiernos no gozan de oposición, mucho menos, de líderes opositores.

El militar e historiador Dion Casio, dice que Incitato, comía copos de avena mezclados con suaves y delgadísimas escamas de oro, tomaba el mejor vino en copas de oro, devoraba ratones, calamares, mejillones y pollo; vestía púrpuras de la mejor calidad y usaba collares con piedras preciosas; su pareja habría sido una yegua de nombre Penélope, y había sido elegida por Calígula como esposa de su amado caballo.

Incitatus incluso llegó a formar parte de la mesa en donde comía su dueño, Calígula.

Las cosas que tiene la vida ¿Se imaginan si algún día aparece un presidente con un "chivo" por el Congreso?

Pero coinciden los historiadores que Incitato nunca pudo llegar a ser cónsul, como quería Calígula.

Incitato, que era caballo de carreras, participaba en competiciones en el hipódromo de Roma: la noche anterior al evento donde perdió la única carrera de su vida, Calígula durmió con él y decretó un silencio general que nadie podía violar en toda la ciudad.

La previa de la carrera consistía en el silencio y en respetar los DNU de Calígula.

Shhhh. No se podía ni hacer karaoke. 
Nada ché. Ni andar sin barbijos. Ni fumar, siquiera.

A quien lo incumpliese le caería la pena de muerte que consistía en escuchar a todo volumen los 21 discos de Gladys Jiménez, "La bomba tucumana", todas las horas de todos los días hasta que los tímpanos reventaban.

O si, la base de datos decía que eras hinchas de Boca, te martillaban el cerebro con eso de y va el tercero, va el tercero, va el tercero. Que crueldad. 

Todo estas amenazas eran para que el animal descansase adecuadamente. Dicen.

La Gaceta Liberal



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