ÁNGEL BOLIGÁN: EL CRONISTA GRÁFICO

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Ángel Boligán: "Quizás en 100 años, quien vea mis dibujos sepa qué vivimos en esta época"

Ángel Boligán: Quizás en 100 años, quien vea mis dibujos sepa qué vivimos en esta época

Por Luis Schlossberg

Ángel Boligán es considerado uno de los mejores editorialistas gráficos de la actualidad, con obras publicadas en los principales medios de todo el mundo, y con el reconocimiento de históricos ilustradores. Radicado en México desde hace más de 20 años y con una icónica columna en el diario El Universal, el artista plástico cubano, con un origen muy humilde, se define como un cronista del mundo que le toca vivir, de las calles por las que transita y la gente con la que comparte.

Boligán habla con la humildad de un grande, con la sencillez de quien la tiene clara en lo que hace y como alguien que busca “leer” a sus lectores. Asegura que su formación como artista influye fuertemente en la composición de sus trabajos, en cómo elige el encuadre que le dará a cada obra, la ubicación de los personajes y las tensiones que define para cada escena para concentrar la idea en uno u otro punto. Todo da forma al “espejo de tinta” del artista cubano: el dramatismo de sus trazos, el característico contrapicado, los juegos de luces y hasta el tratamiento que les da a sus dibujos, donde uno no sabe si sonreírse por alguna señal de humor o soportar un nudo en la garganta por la dureza del tema abordado. “Los artistas gráficos utilizamos estos recursos para que el lector pueda encontrar 2 o 3 mensajes en un mismo dibujo; inclusive se pueden crear diferentes lecturas, que son todas válidas, y contar con una imagen gráfica interesante”, sostuvo.

Si bien esta entrevista surgió como un gusto que se pudo dar quien escribe, y se realizó en la semana, justo se publica en el Día del Periodista, en un contexto de crisis a nivel mundial y como una forma alternativa de comunicar. Hablando de un gran periodista argentino como era Roberto Arlt, Ricardo Piglia dijo alguna vez: “¿Qué era Arlt aparte de un cronista de El Mundo?”, haciendo un juego de palabras con el diario en el que trabajaba el escritor. Bueno, podría decirse que Boligán es un dibujante Universal.

“Nací en un pueblo pequeño, a 20 kilómetros de La Habana, llamado San Antonio de los Baños, conocida en Cuba como la ‘Villa del Humor’, porque allí nacieron muchos caricaturistas e ilustradores reconocidos a nivel mundial. Yo nací en el campo, era un guajiro, hasta los 12 años viví allí, hasta que me mudé al pueblo, por lo que de niño mi infancia fue muy agreste, en el río, con los animales, y ahora que miro hacia atrás pienso que fue un privilegio haber nacido en esa época sin celulares ni preocupaciones de mis padres de dónde estaba o qué pasó”, relata Boligán sobre sus primeros años en la zona rural de su pueblo.

En 1979 su vida dio un giro, con un hecho que marcó su camino: “Se hizo en mi pueblo la primera Bienal Internacional del Humor, y se creó el Museo Internacional del Humor. Yo de niño dibujaba como cualquier niño, y los maestros me mandaban al pizarrón cuando había que hacer alguna imagen, o cuando con mis primos volábamos barriletes al mío le dibujaba una cara, por ejemplo. Para mí era un pasatiempo normal, pero en ese festival había muchos dibujantes de todo el mundo y yo me encontré con caricaturistas por primera vez, me paraba detrás de ellos y me pasaba el día viendo cómo dibujaban, o cómo trabajaban los muralistas. Ahí dije que yo quería ser eso, por lo que cuando terminó el evento, mi padre me llevó con la gente de Cultura, y les dijo que yo tenía todos los cuadernos de la escuela llenos de dibujos, que estaba todo el tiempo dibujando a todos los familiares”.

Por la historia de San Antonio de los Baños, con grandes caricaturistas, lo recibieron con los brazos abiertos. En 1916 ya se había hecho allí la primera exposición de caricaturas en la isla, con un dibujante, Eduardo Abela, que en los ’30 creó un personaje que se llamaba ‘El Bobo’, y criticaba en la prensa a la dictadura de Gerardo Machado. El legado siguió en los años ’50, con René de la Nuez y su personaje ‘El Loquito’, que criticaba la dictadura de Fulgencio Batista. “Por eso, cuando yo empecé en el museo me vieron como la continuidad, porque era un chico de 14 años que dibujaba y justificaba que este espacio estuviera allí”, dice Boligán, quien destacó que esas bienales al día de hoy se siguen haciendo.

- ¿Cómo fueron esos primeros pasos en el arte?

- Empecé a participar en exposiciones, en la primera estaba maravillado, porque era un niño campesino que dibujaba en libretas de la escuela y pasaba a un museo. Mis padres me acompañaban con cierta incredulidad, porque eran campesinos, no tenían relación con el arte, ninguno en sus familias, y como a un hijo apasionado por algo, me apoyaron. Estaban orgullosos de que expusiera, y empezaron a conocer de qué se trataba este mundo. Ahora tengo 55 años y siento las mismas sensaciones cada vez que expongo o que recibo un premio. La gente de campo somos muy arraigados a nuestro terruño, nunca quise irme de mi pueblo, pero estudié arte y antes de cumplir los 18 años ya estaba ayudando en algunas clases. Cuando terminé la preparatoria ya estaba titulado como profesor, y en 1983 ya publicaba en la prensa y en el ’87 tuve mi primer premio internacional en Grabovo (Bulgaria), conocida la ciudad del humor.

- ¿Por qué se dio la migración hacia México?

- En el ’90, con la caída de Europa del Este, en Cuba empieza a haber una crisis muy grande, donde la prensa editorial se vio muy afectada, el periódico semanario empezó a salir una vez al mes, solamente estaba el Granma y hasta con 4 páginas no más. No había espacio para los dibujos, quedó todo en pausa y no podíamos trabajar. Seguí participando en certámenes internacionales y apareció México en 1992, con una persona que había visto una exposición mía en La Habana y me invitó a ir a Cancún a hacer un trabajo de un afiche. En ese viaje me traje una carpeta con mis dibujos y me pasó que un dibujante amigo me invitó a exponer en DF. Estando con él, me pidió que lo acompañara al diario El Universal a llevar unos dibujos; yo llevé mi carpeta y dialogué con el editor de la sección cultural, Paco Ignacio Taibo I, me hicieron una nota y les dejé algunos de mis trabajos. Al día siguiente estaba publicado en el diario, y me contrataron para que durante el mes que tenía que estar les entregara un dibujo cada día. Además surgieron otros trabajos, por lo que no podía regresar a Cuba. Desde joven pertenecía a la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, un grupo que reúne a referentes de todas las ramas; me comuniqué con el presidente y le dije mi situación, y me autorizaron a quedarme un año más. Estuve desde entonces con permisos todos los años, hasta 2012, cuando cambió la ley.

- ¿Cómo te definís en cuanto a tu trabajo: artista plástico, editorialista gráfico, humorista?

- Soy un poco de todo, tuve una formación plástica, me considero un artista plástico en función del periodismo. En México los caricaturistas se consideran periodistas, y si bien no estudié periodismo lo estoy ejerciendo. Me mantengo en El Universal desde que llegué, incluso pasé por las secciones de Deportes, Cultura, y en el año 2000, ya con mi familia aquí, nos naturalizamos como mexicanos y, ya sabiendo la cultura del país más a fondo, empecé a tener un espacio en la sección de editoriales del diario.

- En este sentido, ¿seguís una línea editorial del medio en el que te toca dibujar?

- No tengo ninguna línea, El Universal es un diario muy grande, muy plural, con todos los editorialistas de diferentes pensamientos, y en mi espacio yo decido sobre qué dibujar, qué temas tratar y cómo opinar. Es muy libre. Me siento muy cómodo, porque al tener una formación gráfica me interesa mucho la forma, y en México hay grandes artistas como Rius (Eduardo del Río), Rogelio Naranjo o Elio Flores, estos dos últimos eran editorialistas de El Universal y para mí entrar al diario fue como un gran desafío. Yo siento que en mi forma de decir, donde no uso texto y la gráfica lo dice todo, empecé a jugar con mensajes para una libre interpretación, más que pegarle duro al político. Así creé una forma muy mía, y empecé a ilustrar otros artículos; me gusta interpretar textos difíciles, los diseñadores usaban mis trabajos para las páginas y el diario llegó a ganar varios premios por sus diseños. Siempre he tenido mucha libertad en el trabajo que hago.

Inspiraciones

Boligán destaca constantemente el trabajo de dibujantes americanos, específicamente los argentinos y los mexicanos: “No sé qué comen en Argentina que hay tan buenos dibujantes, lo mismo que sucede acá en México; cuando me vine a vivir aquí me vine ‘a bailar a la casa del trompo’, como decimos en Cuba. Argentina es uno de los principales países que han dado grandes artistas a todo el mundo”, aseguró.

- ¿Qué dibujantes destaca a nivel mundial de la actualidad?

- Hay muchos artistas destacados, actuales y más antiguos, que te marcan. El estilo de un dibujante es como un potaje, uno aprende soluciones gráficas y formas de decir. Sin dudas David Levine y Saul Steinberg marcaron a la generación del ’50, ’60 y ’70; en Argentina algunos referentes como Quino, Roberto Fontanarrosa, Hermenegildo Sábat o Carlos Nine, hay una gran cantidad de artistas maravillosos. En lo contemporáneo, Ares (Arístides Hernández Guerrero de Cuba) es un hermano, nos formamos en una misma escuela, tenemos la misma forma de decir, es un referente; el dibujante polaco Pawel Kuczynski, que es genial en su dibujo y me llena mucho; André Carrilho en Portugal; y sin dudas Elio Flores en México me sigue impresionando la fuerza de su gráfica y la lucidez de su mensaje.

- A la hora de iniciar un proyecto, ¿qué es lo que más cuesta: la idea o la realización del dibujo?

- La idea. En cuanto más viejo me pongo, más exigente me vuelvo conmigo mismo. Siempre les digo a los colegas más jóvenes: “La calidad de un artista se mide por el peor del dibujo que hagas”. Cuando se firma un dibujo, ya le estás dando tu sello de calidad, y si mañana te llaman de un medio en el que te van a pagar muy poco, y hacés un trabajo desganado, y lo firmas, es tu obra. Si me piden el dibujo para la portada de un medio importante, le voy a poner el mismo empeño que si lo hiciera para un mural en la escuela de mi hijo, y mi obra no debe bajar. La idea lleva mucho tiempo de trabajo, porque no me gusta irme por lo fácil. A veces una buena ilustración no necesita de mucho desarrollo, quizás la belleza está en la síntesis, quizás con dos líneas se resuelve, pero para eso uno tiene que tener el conocimiento y saber por qué se logra con esas dos líneas.

- La inspiración, en tu trabajo, ¿va acompañada de muchos contenidos culturales?

- Sinceramente no, me considero un dibujante honesto en cuanto a que tuve muchas vivencias: conozco la naturaleza, los pueblos, la humildad, y desde hace años la vida en México, el comunismo y el capitalismo, he valorado a grandes artistas del mundo, leo muchos artículos para los que dibujo, y a veces no me da tiempo para leer libros gruesos o ver tanta serie. Mi arma es la honestidad de la vivencia, ando mucho en la calle, las ideas viven en la calle y nosotros somos los cazadores de esas ideas. Yo siento que quiero ser libre para hacer mi trabajo, y no buscar los temas en los titulares de los periódicos o los noticieros, que es lo que se hacía antes. Pero hoy en día las noticias fluyen tan rápido con las redes sociales, y el tema está al lado nuestro: en la calle, en el autobús, en el supermercado, y muchas veces coinciden los temas, pero yo me voy por un lado más humano. Durante mucho tiempo mi espacio se llamó: “Espejo de tinta”, porque no intento que mi dibujo se burle del presidente con una caricatura, pero hago algo de nosotros mismos, consumismo, manipulación, de la misma sociedad, por ejemplo.

- ¿Hay algún tipo de censura propia? ¿Temas que preferiblemente no se tratan?

- Yo tengo la ventaja de la libre interpretación, al no poner texto. Entonces resulta hasta simpático en el sentido de qué temas no puedo tocar. Aunque no me han censurado en el medio, hay temas que son difíciles, pero se puede dibujar sobre lo que sea sin ofender. Cuando llegué a México me dijeron que había tres temas tabú: el presidente, el ejército y la Virgen de Guadalupe. Decirle eso a un dibujante fue un desafío. He hecho trabajos de lo que sea, donde hay que usar la imaginación para interpretar señales y revisar bien el dibujo para encontrar el mensaje. Eso es arte, lo otro es combativo, pero a mí me gusta decirlo de manera poética.

El músico Silvio Rodríguez es oriundo también de San Antonio de los Baños. Junto a él, Boligán compartió varios proyectos artísticos y hasta sociales, y habla de él con gran admiración. De hecho, sobre esa visión que el artista plástico tiene del mismo arte y las formas de decir las cosas, destaca el trabajo de Rodríguez, en tanto que en sus canciones se interpretan guiños diferentes. “Ese tipo de arte me encanta, por eso cuando hago mis dibujos intento tratar el tema más complicado y quizás tendrá un mensaje mucho más duro, pero no todo el mundo lo entenderá”, sostiene. Y agrega: “Es por esto que tampoco me gusta explicar los dibujos, a veces ni yo puedo, porque cuando uno ve una obra y siente una emoción con la imagen, eso es arte, si se la llega a explicar se cortan las alas a la imaginación del lector”.

- ¿Se puede pensar que el ilustrador termina siendo un militante de causas sociales?

- Sí, yo me siento un cronista gráfico de la época que nos ha tocado vivir, siento ese compromiso. Ahora tenemos lo del Covid-19, por ejemplo, y decidí hacer una crónica de lo que estoy viendo: la cuarentena, la duda de dónde viene el virus, la vox populi de lo que estamos viviendo, y es algo de lo que aún no sabemos cómo terminará. De acá a 100 años quizás vean mis dibujos, o los de mis contemporáneos, y les ilustre lo que sucedió en esta época. Quiero ser honesto y qué pasa con nuestra sociedad, no sólo lo que dicen los medios, porque muchas veces se desinforma.

(marca informativa / Puntal de Río IV)


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