EL DEBER DE MORIR

OPINIÓN


Mirar de frente a la muerte será más fácil si la idea se ha inculcado a lo largo de la vida. 

Guerra. Una situación en que la muerte se vuelve habitual.

Por Luis Beaugé

Paul-Louis Landsberg comienza su ensayo Experiencia de la muerte con la frase de Voltaire: “La especie humana es la única que sabe que debe morir, y sólo lo sabe a través de la experiencia. Ve que, antes o después, todos van muriendo y que él no puede ser la excepción”. Según Lansdberg, mientras mi prójimo y yo vivimos, la muerte aparece como la ausencia presente; frente a su cadáver él es la presencia ausente.

¿Morir es desaparecer? Según el acervo cultural, religioso, etcétera, habría tres respuestas a la pregunta esencial: (a) ciertamente desaparecemos, (b) nuestra estructura material desaparece, pero nuestra individualidad (¿espíritu?) continúa, y (c) no sabemos.

Ante la idea de morir se observan dos posiciones extremas: aceptación o rechazo.

La aceptación proviene de convicciones opuestas: creer o negar la existencia de vida después de la muerte. La primera contiene un elemento religioso o cuasi religioso; la segunda una visión materialista del mundo que incluye el ateísmo. Pero, ambas son en esencia actos de fe y, como lo señala Edgar Morin en Diálogo sobre la naturaleza humana, la duda no es algo que pueda aislarse con exclusión de la fe. Ambas coexisten y dialogan una con la otra.

Nada prueba la existencia o la ausencia de Dios. Por ende, no sabemos.

Como justificativos del rechazo a morir, desde una simple aprehensión hasta el temor paralizante de la tanatofobia, se han observado mecanismos como estos: incapacidad de aceptar la desaparición; temor al castigo de alguna deidad por nuestros pecados; temor a lo desconocido; angustia por dejar solos a los seres queridos; conciencia o sensación de tener una vida escasa en logros que no se podrá revertir; no tolerar perder el control cuando se está en posiciones de poder.

En su tratado Sobre la vejez, Cicerón arguye que la muerte no debe afligir al viejo, puesto que debe ser despreciada si acepta que al morir se extingue el alma o anhelada si cree que el alma es conducida a la eternidad.

También se refiere al deseo irrefrenable de tener control permanente, de estar siempre en la cima, que se observa frecuentemente en gente con poder, inclusive sin llegar a morir; basta con el retiro forzado por jubilación e inclusive con el temor a ser reemplazado.

Y tiene dos frases contundentes: “Para que un actor agrade no es necesario que represente toda la pieza”. Y la otra: “No es preciso que el sabio permanezca en escena hasta que caiga el telón”.

¿Qué hacer para al menos mitigar el temor a morir? Norbert Elias, en La soledad de los moribundos, propone cuatro modos:

1) Usar la forma más antigua pensando en la existencia de una vida posterior.

2) Reprimir la idea de la muerte.

3) Pensar que otros mueren, pero uno no.

4) Mirar de frente a la muerte.

Pensar que otros mueren, pero uno no, hallaría candidatos en situaciones donde morir es una posibilidad concreta que el sujeto irracionalmente niega. Ejemplo paradigmático sería el de soldados al entrar en batalla cuando la experiencia indica que es imposible que no muera nadie, pero también prácticamente imposible que lo hagan todos; es entonces cuando se razona “no me pasará a mí, le pasará a otros”.

Mirar de frente a la muerte será más fácil si la idea se ha inculcado a lo largo de la vida. Más fácil pero no seguro, porque una cosa es pensar en la muerte cuando se es sano y joven, otra, gravemente enfermo o viejo y la tercera con una enfermedad terminal.

Aun siguiendo el modelo de Elisabeth Kübler-Ross (negación, ira, negociación, depresión, aceptación), al último paso lo veo más como una rendición preponderantemente emocional que como un hecho racional.

¿Puede alguien desear su muerte? Según Landsberg, está el melancólico a quien le duele la vida al extremo que llega al suicidio. Y está el místico, que padece la vida y ama la muerte... la realización definitiva del matrimonio entre el alma y Dios.

¿Morir acompañado o en soledad? En el teatro de la vida el último acto tiene un único actor en ausencia de espectadores. Pero en los momentos previos, cuando aun hay conciencia, algunos necesitarán sentir afecto, algo que los ayudará a iniciar el viaje postrero. Otros puede que deseen estar solos, quizás para soñar, imaginar, tratar de aceptar. Lo importante entonces es tener la sensibilidad para comprender lo que necesitan. Y proceder en consecuencia.

Luis Beaugé es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y de la Academia de Ciencias Médicas de Córdoba / Fuente: diario La Voz

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