PATO RENGO




La Argentina no fue invitada a la conferencia de Bretton Woods en 1944 que creó el Fondo Monetario Internacional ( FMI) y no ingresó al organismo hasta 1956. Pero su presencia se ha hecho sentir desde entonces. A finales de agosto un equipo del FMI visitó Buenos Aires para evaluar la situación del país, antes de decidir si dar al gobierno de la Argentina, encabezado por Mauricio Macri, algo más del préstamo récord de US$57.000 millones (más del 10% del PBI de la Argentina de 2018) acordado el año pasado. Pero en el momento que el equipo se iba, cambió el panorama.

El gobierno de Macri dijo que demoraría el repago de bonos a corto plazo por valor de US$7000 millones y buscaría una reprogramación de los vencimientos de deuda a más largo plazo por valor de US$50.000 millones. También pediría nuevos préstamos extendidos del FMI para ayudar a la Argentina a repagar el dinero que ya le debe. Cuando los mercados digerían la noticia, se sacudió la tierra nuevamente. El 1° de septiembre el gobierno impuso controles de cambio que impiden a los argentinos comprar más de 10.000 dólares al mes, forzando a los exportadores a convertir sus ingresos a pesos e imponiendo nuevas restricciones a la compra de divisas por empresas.

"Este no es un puerto al que imaginamos llegar", dijo Hernán Lacunza, el nuevo ministro de Hacienda de Macri. Al fin de cuentas el presidente se había orientado en la dirección opuesta al llegar al poder en diciembre de 2015, buscando eliminar muchos de los torpes impedimentos a las fuerzas del mercado impuestos por su predecesora, Cristina Fernández de Kirchner. La abolición de sus controles de cambio y la unificación del tipo de cambio de la Argentina fue uno de sus éxitos más tempranos y de los que estaba más orgulloso. 

Ahora la Argentina nuevamente tiene un mercado negro de dólares, tal como sucedía con Cristina Fernández.

La razón de este cambio dramático de orientación es un cambio igualmente dramático de la política. El 11 de agosto la Argentina realizó elecciones "primarias" (en las que participan todos los partidos y en las que el voto es universal y obligatorio). Macri perdió de modo decisivo frente a la boleta opositora encabezada por Alberto Fernández, un peronista veterano, como presidente, y Cristina Fernández como vicepresidenta (sin parentesco). La noticia de que su victoria en la elección presidencial del mes que viene era ahora casi segura alarmó a los acreedores de la Argentina, que temieron que no honrarían la deuda del país y acorralarían los flujos de capital. El peso cayó un 25%, el principal índice de la bolsa colapsó y se triplicó el costo del seguro contra default. Ni las tasas de interés elevadísimas ni la venta de reservas de dólares del Banco Central (BCRA) pudieron contener la caída de la divisa. Dado que el Gobierno no logró persuadir a los extranjeros que retuvieran más pesos, se ha visto forzado en cambio a impedir a los argentinos comprar demasiados dólares.

Aunque Fernández gane en forma directa en octubre (evitando la segunda vuelta), no asumirá hasta diciembre. Pero sus palabras ya tienen el poder de afectar a los mercados y la economía. Su afirmación el 30 de agosto de que la Argentina está en "default virtual" profundizó la venta en el mercado (Standard & Poor's, una agencia de calificación de riesgo, también declaró que había habido un default selectivo y temporario sobre algunas de las obligaciones de la Argentina). Los acreedores no renegociarán sus deudas con el gobierno "pato rengo" de Macri, temiendo que Fernández pueda imponer mayores concesiones más tarde. La misma preocupación puede hacer que el FMI se tome un respiro. 

¿Por qué habría de dar miles de millones de dólares adicionales a la Argentina, cuando su próximo presidente lo acusa de ayudar a crear una "catástrofe social" de precios en alza, desempleo y pobreza?

Asesores de Fernández dicen que su retórica de campaña no debe tomarse demasiado en serio. "Alberto está actuando ahora como candidato. apelando a la base; gobernará de modo muy diferente", dice un miembro de su círculo íntimo. Su principal asesor económico, Guillermo Nielsen, ha publicado un plan de diez puntos más moderado que deja cierto margen para el optimismo. Reconoce la necesidad de un superávit fiscal. Y propone un "pacto social" entre los sindicatos y las empresas para domar la inflación moderando los reclamos salariales y los incrementos de precios. A un gobierno peronista bajo Fernández le puede resultar más fácil disciplinar a los sindicatos que al actual gobierno. Según Federico Sturzenegger, expresidente del BCRA, la administración de Macri evitó ese tipo de acuerdo porque "no quería sentar a la mesa de las decisiones a los 'actores de la vieja política'.

El próximo gobierno puede incluso considerar la implementación de reformas muy necesarias de las leyes laborales y el bienestar social, según Emmanuel Álvarez Agis, otro asesor que trabajó junto a Néstor Kirchner, el fallecido marido de Cristina Fernández que fue su predecesor como presidente. "El futuro depende de la construcción de coaliciones para el cambio, no de gobernar solo desde un bando o de otro", dijo.

Nielsen dice que el próximo gobierno negociará con el FMI, en vez de alejarse de él. Habiendo tomado casi el 80 por ciento de los US$57.000 millones ofrecidos, la Argentina necesitará nuevos préstamos del FMI para ayudarla a repagar los anteriores. Nielsen también describió a China como un potencial "salvavidas financiero". Se sabe que Cristina Fernández, que se mantiene llamativamente callada durante la campaña, desea inversiones chinas, que podrían ser atraídas a la infraestructura, las redes 5G y proyectos de energía renovables de la Argentina.

Si esa es la medida de la influencia de Cristina Fernández en el próximo gobierno, los inversores extranjeros se sentirán aliviados. Y también algunos argentinos. "Muchos de nosotros no podríamos votar por Cristina ni Alberto Fernández", decía una mujer jubilada, que esperaba a cambiar pesos a dólares en su banco esta semana. "¿Pero quién puede confiar en alguno de nuestros políticos después de esto? Yo sólo confío en mi plata".

(Traducción de Gabriel Zadunaisky)

Nos dice el sitio Wikipedia que: Un pato rengo es la denominación que se le da a alguien en un cargo electivo a quien se aproxima la fecha en que debe dejarlo, especialmente alguien para quien ya se ha elegido su sucesor. Frase muy usada en Estados Unidos. 

Pero estas medidas, tomadas por el presidente Mauricio Macri, a mi especialmente, me hacen recordar al economista José Luis Espert, candidato por el partido liberal Despertar.


Dijo en varias oportunidades que: "El macrismo es lo mismo que el kirchnerismo, pero con buenos modales".
Y al economista Roberto Cachanosky, que dijo: "Por no solucionar los problemas de fondo, Argentina va a morir de "emergencia" y "transitoriedad".

WRQ / Quiénes & Porqué / Fuente: The Economist / LA NACION / Wikipedia 

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