JUAN, MANUEL Y CEFERINO

CULTURA: Historia
Por Walter R. Quinteros
Eran los tiempos del gran cacique Calfucurá (Piedra Azul), aquel que luego de enemistarse con Juan Manuel de Rosas unificó las tribus aborígenes del Sur y que, tras eliminar al cacique Railef, formó la Confederación Araucana (Llamaiché, en lengua aborigen), cuya capital fue establecida en las Salinas Grandes de Hidalgo.
Así y durante 40 años, y hasta su muerte, ocurrida el 3 de junio de 1873, este cacique chileno comandó casi todos los malones a ciudades de la provincia de Buenos Aires y opuso resistencia al avance de las tropas criollas, hasta que la Campaña del Desierto lo derrotó, exterminó a la mayoría de las tribus y corrió a los pocos indios que quedaron al otro lado del río Colorado.
Nos señala la historia que a mediados del siglo XIX, los dominios del gran cacique se extendían a los territorios de las actuales provincias de La Pampa, San Luis, Córdoba, Neuquén, Mendoza y Río Negro. Así que las mismas lagunas que hoy abastecen de sal a las mesas argentinas durante casi medio siglo fueron la capital del último imperio aborigen.
Juan Calfucurá había nacido en Llailma (Chile) y en 1829 se estableció en la Argentina para conformar su Dinastía de la Piedra. Uno de sus hijos fue Manuel Namuncurá, padre de Ceferino Namuncurá, "El santito de las pampas".
Juan
En un informe del diario LA NACIÓN, leemos que: En las Salinas Grandes, el cacique Calfucurá se dedicó a engrosar su ejército, formar espías y perfeccionar su español para poder negociar con el gobierno de Buenos Aires. Enfrentado con Rosas, aceptó ser aliado de Urquiza, al que lo unió una relación de amistad. Sin embargo, luego de la batalla de Caseros comprendió que el poder cambiaría de manos pero no su situación, y volvió a asolar con sus malones.
Con un ejército de 6000 lanceros y más de 20.000 indios, Juan Calfucurá atacó cada vez con mayor fiereza. A raíz de su feroz ataque a la ciudad de Azul, en 1855, el gobierno de Buenos Aires resolvió destinar todos sus esfuerzos militares a combatirlo. Luego de vencer al ejército de Bartolomé Mitre en Sierra Chica, cayó ante una fuerza combinada de los generales Granada, Conesa y Paunero, que volvieron a doblegarlo en Pigüé un año después.
Al año siguiente, los lanceros de Calfucurá combatieron en la batalla de Cepeda junto con las fuerzas de la Confederación, y luego continuaron sus salvajes incursiones en la provincia de Buenos Aires, hasta el desastre de Pichi Carhué, el 8 de marzo de 1872, cuando fueron vencidos y confinados a sus toldos de Salinas Grandes, donde el gran cacique moriría un año después.
Tras su muerte, fue sepultado con todos los honores: junto con él fueron enterrados sus ponchos, sus armas, su platería, sus mejores caballos, sus mujeres, sus cautivas y unas veinte botellas de anís y ginebra, las que ocho años después emborracharían a los saqueadores de su tumba.
Finalmente, los huesos del que fue el Señor de las Pampas fueron recogidos por el general Levalle y donados al Museo de La Plata en 1881.
Manuel
El diario textual, nos señala que: El 21 de marzo de 1884, el legendario lonko Manuel Namuncurá, quien entre 1873 y 1878 fue jefe de la Confederación de las Salinas Grandes en el actual territorio pampeano y del oeste bonaerense, se rindió ante las tropas del Ejército Argentino. Lo hizo en el Fortín Ñorquín, actual provincia de Neuquén, junto a 240 de sus hombres. Estaban hambrientos y desarmados. El cacique estaba acompañado además de cinco capitanejos, dos de sus hermanos y algunas de sus esposas, entre ella la cautiva chilena Rosario Burgos
Manuel Namuncurá -cuyo nombre proviene del mapudungun Namunkura, “Garrón de piedra”, de namun, pie o garrón, y kura, piedra- había nacido en 1811 en el actual Chile, en la región del río Llaima.
En 1834, con unos 23 años, llegó a tierra argentina a las órdenes de su padre, el gran toki Calfucurá. En el invierno de ese año, Calfucurá pergeñó una traición a los boroganos -otros boroganos, procedentes de Boroa, Chile- en el paraje Masallé, en cercanías de la laguna de Epecuén: bajo la excusa de querer comercializar, logró reunir a los boroganos y asesinó a unos mil indios y a los caciques Rondeao, Melín, Alun y Callvuquirque. Se la conoce como la “Masacre de Masallé”.
Cuando su padre, Calfucurá tomó poco el control de las Salinas Grandes. Namuncurá, uno de los hijos del llamado “Napoleón de las pampas”, también se radicó durante unos 40 años en las tolderías de Chilihué. Fue una de las dos grandes capitales, junto a Leuvucó, que se asentaron en la actual provincia de La Pampa. Estaban ubicadas en una zona de médanos, a unos 15 kilómetros al este del actual paraje de Padre Buodo, es decir, al sur de la actual Doblas y al sudoeste de Macachín.
Manuel Namuncurá ofició de embajador de su pueblo ante Juan Manuel de Rosas, con el que firmó tratados de paz.
En 1854, luego de la batalla de Caseros, fue bautizado en la ciudad de Paraná, Entre Ríos, con el nombre cristiano de Manuel. Se dice que su padrino fue Justo José de Urquiza. En esta misma ocasión juró lealtad y cumplimiento a la Constitución Argentina de 1853.
Las cuatro décadas en la zona de las Salinas Grandes de la dinastía de los Piedra fueron tiempos de negociaciones de paz y de guerra, bajo la presión por el corrimiento de la frontera con los winca. Los incumplimientos de los tratados de paz con el indio por parte del Gobierno de Buenos Aires fueron moneda corriente, llegó a protestar en algunas cartas el propio Namuncurá.
Participó, junto a su padre, de numerosos malones que arrasaron con poblaciones enteras y tomaron, de botín, a cientos de colonos y miles y miles de cabeza de ganado.
En 1873, luego de un brutal malón, murió su padre, Juan Calfucurá en los toldos de Chilihué. En la ceremonia del entierro, se dice que concurrieron unos 200 caciques de toda la región.
La sucesión del gran toki estuvo a punto de generar una guerra civil dentro de su tribu. Manuel tuvo que enfrentar a su hermano primogénito, considerado el legítimo heredero, José Millaquecurá -calificado como un “pobre diablo” por Estanislao Zeballos- y a otro hermano, Bernardo Namuncurá.
Manuel era apoyado por su hermano menor, Álvaro Reumaycurá, también llamado Albarito o Alvarito Rumay, que durante el gran parlamento realizado para decidir quién sería el nuevo jefe se mantuvo cerca con centenares de lanzas. Los ancianos decidieron declarar inválido a Millaquecurá y conformaron un triunvirato formado por Manuel, Bernardo y Álvaro. Para 1875, Manuel ya había desplazado a los otros dos y era el líder único de la tribu.
En 1875, junto a lanzas trasandinas y ranqueles, organizó lo que se conoce el “Malón Grande”. Fue una conjunción de guerreros de Namuncurá, lanzas trasandinas, ranqueles, indios de Pincén y de Catriel que se sublevaron contra el Gobierno nacional. Un total de 3500 lanzas asolaron los partidos de Azul, Tandil, Olavarría, Juárez, Tapalqué, Tres Arroyos y Alvear, una extensión de casi 7000 kilómetros cuadrados. Solamente en Azul dejaron 400 muertos, según crónicas de esa época. Se llevaron 500 cautivos y un total de 300 000 reses. Los indios fueron vencidos el 18 de marzo de 1876 en la batalla de Paragüil.
El coronel Nicolás Levalle lo desalojó de Chilihué en enero de 1878. En el mes de noviembre del mismo año, avanzó en su búsqueda hasta Lihuel Calel, donde Namuncurá se había asentado, y forzó su fuga hacia la cordillera.
Durante un tiempo pudo escapar de las cacerías realizadas por el Ejército nacional y se refugió en la Cordillera de los Andes.
El 21 de marzo de 1884, cuando parte de su familia había sido capturada, finalmente se rindió. El comandante Pablo Belisle fue el que lo recibió en el fortín. “Es un hombre que tendrá cincuenta años más o menos, bien conservado, de cara abierta y despejada que inspira mucha simpatía”, escribió luego el militar. “Todos los indios lo adoran y se puede considerar entre ellos como un verdadero monarca”.
Por su alta investidura, el presidente Julio Argentino Roca había dado expresas instrucciones de respetar su vida, nombrarlo “Coronel de la Nación” y asignarle un sueldo mensual con cargo al erario público. Consciente de su importancia, Namuncurá pidió de inmediato parlamentar con el mandatario en Buenos Aires. De jefe a jefe.
Luego de un breve paso por Fuerte Roca y Carmen de Patagones, Namuncurá fue llevado al puerto de Bahía Blanca por el padre salesiano Domingo Melanesio. Desde allí se embarcó en el vapor Pomona con destino a Buenos Aires, acompañado de una numerosa comitiva, con la intención de reunirse con las autoridades, ratificar su rendición y gestionar tierras para su tribu.
El profesor y periodista francés Juan Mariano Larsen escribió para la Revista de la Sociedad Geográfica Argentina los pormenores de su estadía en la capital. “A bordo del vapor francés Pomona llegó el domingo a Buenos Aires el famoso cacique Namuncurá, hoy sometido, acompañado de quince indios de su tribu y cuatro mujeres. Vestía pantalón punzó con franja dorada, un sobretodo negro bastante largo y usado con presillas doradas y kepí negro con cinco galones. Casi todos sus acompañantes son jóvenes y robustos. Ayer temprano fueron conducidos todos hasta la Casa de Gobierno por el mayor Linares, que los acompañó desde Patagones”, escribió.
La tarde del 26 de junio de 1884 se reunió con Roca. El cacique, relataron los cronistas, llegó muy puntual a la cita. Acompañado de sus hermanos y luego de reunirse primero con el ministro de Guerra, Benjamín Victorica, fue conducido al despacho del presidente Roca. Si bien uno de sus hermanos hizo de intérprete, aquello no era en verdad necesario: Namuncurá hablaba español.
Se estableció posteriormente en Chimpay, provincia de Río Negro, donde le dieron a toda la tribu unas pocas hectáreas. En 1886, fruto de su relación con la cautiva Rosario Burgos, nació Ceferino Namuncurá. Es el hijo que fue llevado al Vaticano, donde murió y posteriormente la Iglesia Católica decidió beatificarlo.
Namuncurá repitió visitas a Buenos Aires en 1886, 1894 y 1897. Alcanzó finalmente del Gobierno el otorgamiento de los campos en San Ignacio, en la confluencia del arroyo San Ignacio con el río Aluminé. Falleció en San Ignacio el 31 de Julio de 1908, a los 97 años de edad. Fue enterrado en el cementerio de la colonia. Hoy se desconoce la ubicación del cuerpo.
Ceferino
Sobre la vida de Ceferino, el sitio vatican.va dice que "es una parábola de tan sólo 19 años, pero rica de enseñanzas".
Ceferino Namuncurá nació en Chimpay el día 25 de agosto de 1886 y fue bautizado, dos años más tarde, por el misionero salesiano don Milanesio, que había mediado en el acuerdo de paz entre los mapuches y el ejército argentino, haciendo posible al papá de Ceferino conservar el título de "gran cacique" para sí, y también el territorio de Chimpay para su pueblo. Tenía 11 años cuando su padre lo inscribió en una escuela estatal de Buenos Aires, pues quería hacer del hijo el futuro defensor de su pueblo. Pero Ceferino no se encontró a gusto en aquel centro y el padre lo pasó al colegio salesiano "Pío IX". Aquí inició la aventura de la gracia, que transformaría a un corazón todavía no iluminado por la fe en un testigo heroico de vida cristiana. Inmediatamente sobresalió por su interés por los estudios, se enamoró de las prácticas de piedad, se apasionó del catecismo y se hizo simpático a todos, tanto a compañeros como a superiores. Dos hechos lo lanzaron hacia las cimas más altas: la lectura de la vida de Domingo Savio, de quien fue un ardiente imitador, y la primera Comunión, en la que hizo un pacto de absoluta fidelidad con su gran amigo Jesús. Desde entonces este muchacho, que encontraba difícil "ponerse en fila" y "obedecer al toque de la campana", se convirtió en un modelo.
Un día —Ceferino ya era aspirante salesiano en Viedma— Francesco De Salvo, viéndolo llegar a caballo como un rayo, le gritó: "Ceferino, ¿qué es lo que más te gusta?". Se esperaba una respuesta que guardara relación con la equitación, arte en el que los araucanos eran maestros, pero el muchacho, frenando al caballo, dijo: "Ser sacerdote", y continuó corriendo.
Fue precisamente durante aquellos años de crecimiento interior cuando enfermó de tuberculosis. Lo hicieron volver a su clima natal, pero no bastó. Monseñor Cagliero pensó entonces que en Italia encontraría mejores atenciones médicas. Su presencia no pasó inadvertida en la nación, pues los periódicos hablaron con admiración del príncipe de las pampas. Don Rúa lo hizo sentar a la mesa con el consejo general. Pío X lo recibió en audiencia privada, escuchándole con interés y regalándole su medalla "ad principes". El día 28 de marzo de 1905 tuvo que ser internado en el Fatebenefratelli (Hermanos de San Juan de Dios) de la isla Tiberina, donde murió el día 11 de mayo siguiente, dejando tras de sí una impronta de voluntad, diligencia, pureza y alegría envidiables.
Era un fruto maduro de espiritualidad juvenil salesiana. Sus restos se encuentran ahora en el santuario de Fortín Mercedes, de Argentina, y su tumba es meta de peregrinaciones ininterrumpidas, porque goza de una gran fama de santidad entre el pueblo argentino.
Quiénes & Porqué
Fuentes: vatican.va - diariotextual.com - lanacion.com

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