BOUCHARD, EL CORSARIO ARGENTINO

Bouchard, el corsario argentino



Hyppolite Bouchard, también llamado Hipólito Buchardo; Nació en Saint Tropez, Francia, el 15 de enero de 1780 en Bormez y falleció en Perú, en 1837 Fue un marino de origen francés que con patente de corso del gobierno argentino, entre 1817 y 1819 dio la vuelta al mundo al mando de la fragata La Argentina, hostigando a los navíos españoles. Posteriormente llegó a ser comandante en jefe de la escuadra de Perú en 1829.
Bouchard llegó a Buenos Aires como marino mercante en 1809. En 1811 fue nombrado capitán del bergantín 25 de Mayo, y participó en el combate de San Nicolás bajo el mando de Juan Bautista Azopardo. Pudo escapar de ser apresado por los realistas y el 7 de julio y el 19 de agosto de ese mismo año defendió a Buenos Aires de los ataques de la escuadrilla de Michelena.
Luchó en el combate de San Lorenzo (3 de febrero de 1813) con el grado de alférez. El combate de San Lorenzo fue una acción verdaderamente vertiginosa, en apenas quince minutos, terminó el combate, decidido en apenas tres.
Se registraron y se conservan para la historia, los nombres de cada uno de los granaderos muertos, y las valerosas acciones individuales de cada uno de sus participantes. Las pérdidas del enemigo fueron de 40 muertos, dos cañones y “Una bandera que pongo en manos de V.E. y que arrancó con la vida del abanderado el Alférez don Hipólito Bouchard”, según indica el parte oficial de la acción, fechado el día 5 de febrero de 1813.
Regresó a la armada, y como comandante de la corbeta Halcón integró la expedición corsaria de Guillermo Brown al Pacífico, asistiendo a los combates frente a El Callao. Tomó al abordaje la fragata española Consecuencia con un importante botín.
Después del fracaso del golpe de Brown sobre Guayaquil, Bouchard se separó de éste, y tomó el mando de la fragata Consecuencia y la goleta Carmen. En junio de 1816, cuando aún no había sido jurada la constitución ni declarada la independencia, llegaba la reducida flotilla a seguro puerto.
Sólo el 9 de julio de 1817 pudo darse a la mar a bordo de La Argentina rumbo a las islas Filipinas, para perseguir barcos realistas y obstaculizar el tráfico marítimo español con su colonia del archipiélago. Después de partir, su desprestigio sirvió de fundamento al rumor de que se había fugado, con la nave armada y equipada, para hacer de corsario por su cuenta. El armador de aquel barco, el doctor Echevarría, se vio en la necesidad de distribuir profusamente una hoja desmintiendo tal afirmación.
Bouchard puso proa al cabo de Buena Esperanza, haciendo aguada en Tamatave (Madagascar), con la mayoría de la tripulación enferma de escorbuto, lo cual no le impidió perseguir el tráfico de esclavos, prohibido ya también en el Río de la Plata, cuya constitución los acababa de liberar hacía precisamente un año.
Durante las semanas que empleó Bouchard en su viaje hasta las costas de la isla de Luzón, la mayor de las Filipinas, los enfermos de escorbuto aumentaron y muchos murieron. El cirujano de a bordo tuvo la idea de curar la enfermedad con el mismo procedimiento empleado en ciertos pueblos primitivos, que consiste en enterrar a los enfermos en agua fangosa, dejándoles sólo la cabeza al descubierto. De esta manera, los que no estaban graves se curaban, mientras que los muy afectados aceleraban su fin. Así, una vez cumplida tan extraña y bárbara terapéutica y con la tripulación muy reducida, la nave prosiguió su viaje por el estrecho de Madagascar, situado entre la isla de Borneo y las Célebes e infestado de piratas malayos, que a bordo de sus famosos praos hostilizaban y diezmaban a los buques de paso. Bouchard hubo de vérselas con tales piratas, deshaciendo a cañonazos algunos de los barquichuelos en señal de escarmiento.
A comienzos de 1818, Bouchard llegó frente a Manila, sin haber podido enfrentarse con los marinos realistas. Pero, una vez en aguas de Manila, en sólo dos meses de merodeo echó a pique a dieciséis navíos españoles con sus cargas de arroz, cacao y especias, ocasionando una grave crisis en la guarnición de Luzón, que debió mantenerse sólo con arroz. Dos buques de guerra, anclados en la bahía, fueron desmantelados por el vecindario, con el solo objeto de que no atrajeran la atención del corsario que merodeaba a la vista de la ciudad.
Cansado de esperar más presas que no llegaban, Bouchard se trasladó al canal de los Galeones, donde, después de haber perdido a uno de sus lugartenientes, se trabó en lucha con el bergantín Santa Cruz, cargado de alimentos y fletado por el rey. Pero tanto este bergantín como una goleta, que también "estaba ricamente cargada por cuenta del rey", se perdieron después de ser capturados. De uno se presume que naufragó; del otro, que sufrió un amotinamiento de la tripulación, que posteriormente emprendió la guerra de corso por su cuenta.
La misión de Bouchard había terminado por aquellas aguas, ya que ni un solo navío español se aventuraba por ellas. Entonces, tras hacer aguada y provisión, se lanzó mar afuera, rumbo al Pacífico. Tres meses de travesía necesitó para avistar una isla del grupo de las Sandwich (Hawai). La presencia de una corbeta le llamó la atención y, como no podía quedarse con la duda de si se trataba de un navío español, lo abordó, lo registró y comprobó con sorpresa que se trataba del Santa Rosa, que bajo pabellón argentino había partido de Buenos Aires antes que él, rumbo al Pacífico por el cabo de Hornos. La tripulación se había amotinado, había desembarcado a los oficiales en la costa de Chile, y por su cuenta se había dado a la actividad corsaria. Llegado a la isla, el Santa Rosa había sido vendido al rey, el soberano Kamehameha, llamado el Pedro el Grande del Sur por su serenidad y su recto criterio.
Para deliberar con Kamehameha, Bouchard desembarcó con su séquito y se dirigió al palacio real, de bambú y paja, situado a siete leguas de la costa. Obtuvo del monarca la devolución de la corbeta mediante el pago de seiscientos quintales de madera de sándalo, que había sido su costo. Una vez finiquitada la operación, Bouchard reunió a los tripulantes que se habían amotinado y los sometió a proceso sumario. Resultó culpable del movimiento un marinero llamado Enrique Gribbin, quien fue condenado a la pena capital. El reo fue llevado a tierra para ser internado en la cárcel del fuerte, pero cuando el piquete fue a buscarlo para ejecutar la sentencia se encontró con que el condenado había desaparecido.
Kamehameha se oponía al fusilamiento, pero Bouchard amenazó con bombardear la isla y arrasar el fuerte si no se le devolvía al prisionero. Un emisario del rey vio que la amenaza estaba en vías de ejecutarse, y se decidió entregar al condenado. A la mañana siguiente, el culpable de sedición a bordo pagaba con su vida su delito. El pacto firmado por el rey Kamehameha y por Bouchard, en nombre del gobierno argentino, incluía un artículo por el cual el rey reconocía la soberanía argentina, de donde se infiere que el oscuro rey del Pacífico fue el primer poder extranjero que reconoció la obra de la revolución, que ya llevaba ocho años imponiendo en América los postulados de la libertad y la independencia.
Tras este episodio, durante algún tiempo Bouchard fiscalizó las costas de California y de México, asolando plazas fuertes realistas, hundiendo buques españoles, tomando presas y haciendo flamear la bandera argentina por aquellos mares. Tomó Monterrey y la saqueó; después, rumbo al sur, fue víctima de una injusticia por parte del comodoro Thomas Cochrane, que lo acusó de haber apresado naves no españolas y lo capturó, confiscándole La Argentina y otros barcos que traía consigo como botín de corso. El representante argentino en Chile, Tomás Guido, lo defendió bravamente, y sólo así pudo recobrar Bouchard su libertad y su navío. Con éste y con los demás de que disponía transportó las tropas de José de San Martín hasta el Perú, colaborando de esa manera con la obra del Libertador.
Bouchard no regresó nunca más a su patria adoptiva, que le había dado su bandera, patente de corso y oportunidad de conseguir gloria y riqueza. Desde los días de San Lorenzo, en que a las órdenes de San Martín arrebató la enseña monárquica a los realistas, hasta el transporte de las tropas libertadoras al Perú, habían pasado muchos años. Ya en este último país, abandonó el timón y los catalejos para dedicarse a la industria. En efecto, el gobierno peruano le donó, en premio a sus servicios, la rica hacienda de San Javier de Nazca, donde explotó un gran ingenio azucarero.
Sus biógrafos afirman que murió en 1843, pero el acta de defunción tiene fecha del 6 de enero de 1837 y dice que "fue muerto antes de anoche por sus propios esclavos, súbitamente". Así terminó la vida del corsario francés, audaz, altivo y decidido que, sin embargo, prestó tan grandes servicios a la Argentina. La gratitud de su patria adoptiva está reflejada en las páginas de la historia y en la tradición que representa su nombre para la marina argentina, sin que su prestigio haya sido empañado por su vida de corsario.
Dice Felipe Pigna que Bouchard, un liberal francés, pronto comenzó a sentir una profunda simpatía por las ideas expresadas por el sector más radical de la Junta, liderado por Mariano Moreno, y puso sus conocimientos navales a disposición de la revolución. El gobierno lo nombró segundo comandante de la recientemente creada flota nacional.
El 2 de marzo de 1811, el Combate de San Nicolás de los Arroyos constituyó el bautismo de fuego de la nueva escuadra. Lamentablemente fue una derrota.
El 3 de febrero de 1813, otro bautismo de fuego, el del Regimiento de Granaderos a Caballo al mando de San Martín en San Lorenzo, encontrará nuevamente a Bouchard dispuesto a todo. Dice San Martín en el parte de guerra: “una bandera que pongo en manos de V.E. y que arrancó con la vida del abanderado el oficial don Hipólito Bouchard”.
San Martín tomará nota de la actuación del temerario francés y lo tendrá muy en cuenta a la hora de recomendárselo al almirante Guillermo Brown para hostigar a los españoles en el Pacífico y preparar de esa manera el asalto final sobre Lima.
En 1815, comenzó la campaña de guerra de corso dirigida por Brown, con la fragata “Hércules” y el bergantín “Santísima Trinidad” acompañado por la corbeta “Halcón” al mando de Bouchard.
Ya en octubre de 1815, pudieron apresar fragatas españolas y bloquear y atacar el puerto de El Callao. Siguieron viaje y atacaron las fortificaciones cercanas a Guayaquil. En 1816, volvieron a bloquear la entrada al puerto de El Callao y hundieron la fragata española Fuente Hermosa.
Pero la etapa más novelesca de la vida de Bouchard estaba por comenzar. Mitre la resumió de esta manera: “…Una campaña de dos años dando la vuelta al mundo en medio de continuos trabajos y peligros, una navegación de diez o doce mil millas por los más remotos mares de la tierra, en que se domina una sublevación, se sofoca un incendio a bordo, se impide el tráfico de esclavos en Madagascar, se derrota a piratas malayos en Macasar, se bloquea a Filipinas, anonadando su comercio y su marina de guerra, se domina parte de Oceanía imponiendo la ley, a sus más grandes reyes por la diplomacia o por la fuerza; en que se toma por asalto la capital de la Alta California, se derrama el espanto en las costas de México, se hace otro tanto en Centro América, se establecen bloqueos entre San Blas y Acapulco, se toma a viva fuerza el puerto de Realejo apresándose en este intervalo más de veinte piezas de artillería, rescatando un buque de guerra de la Nación y aprisionando o quemando como veinticinco buques enemigos…”.
El 9 de julio de 1817, zarpó la fragata La Argentina -anteriormente una nave española llamada Consecuencia de la cual se habían apoderado- al mando del capitán Bouchard, desde la ensenada de Barragán para cumplir un crucero de corso, que habría de durar dos años.
Navegando por aguas del Atlántico Sur, llegó a Madagascar y frustró el embarco de esclavos que estaban a punto de concretar tres buques ingleses y uno francés.
La Argentina siguió navegando rumbo a las Filipinas para perjudicar el tráfico comercial de los buques españoles. Rechazaron el ataque de cinco buques piratas malayos.
En las islas Hawai, Bouchard se entrevistó con el rey Kamehameha y firmó un tratado haciéndole reconocer la Independencia Argentina, proclamada por el Congreso de Tucumán. El rey hawaiano gobernaba las islas hacía treinta años y los viajeros lo llamaban el Napoleón de la Polinesia. Había logrado formar una confederación de las islas hawaianas con capital en Karakakowa. Kamehameha le proveyó a Bouchard 100 marinos y le devolvió la goleta Chacabuco, capturada por sus hombres. La flota compuesta ahora por franceses argentinos y hawaianos, puso proa a California, y llegó a su capital, Monterrey, el 22 de julio de 1818. Tras duros combates, logró tomar el fuerte y hace flamear la bandera de Belgrano por seis días en California. Tras el ataque a Monterrey, las tropas de Bouchard arrasaron la misión de San Juan, Santa Bárbara y otros poblados españoles de alta y baja California. El 25 de enero de 1819, bloqueó el puerto de San Blas y atacó Acapulco de México. En Guatemala destruyó Sonsonate y capturó bergantines españoles. En Nicaragua, tomó Realejo, el principal puerto español en los mares de Sur, y se apoderó de cuatro buques españoles. Bajó hacia el Perú siguió hostigando las posiciones españolas sobre el Pacífico. Las naves de Bouchard llegaron el 9 de julio de 1819 al puerto de Valparaíso, justo a tiempo para integrarse a la flota que San Martín preparaba para tomar Lima.
La travesía de La Argentina había durado dos años. Durante ese tiempo, Bouchard y su gente sostuvieron trece combates navales, capturaron o destruyeron veintiséis buques y decomisaron la carga de cuatro barcos negreros –y liberaron a sus prisioneros- y de dos naves inglesas y una de los Estados Unidos.
Hipólito Bouchard combatió junto a Napoleón, luchó en San Lorenzo, confluyó con la campaña libertadora de San Martín atacando en las costas de Chile y Perú a las naves y posiciones españolas junto con Guillermo Brown, recuperó una fragata a la que bautizó "La Argentina", zarpó desde Buenos Aires para dar la vuelta al mundo llevando los colores de nuestra bandera por todos los mares del planeta, liberó esclavos en África, peleó en Filipinas, Hawai y en la costa oeste de América del Norte, entonces todavía en manos de los españoles, llegó a izar la bandera argentina en California.
Como les pasó a muchos de nuestros héroes, también a Hipólito Bouchard sus contemporáneos le fueron ingratos y luego de ese increíble periplo fue arrojado a un calabozo en Chile por el envidioso Lord Cochrane, enemigo jurado de San Martín.
Todos estos apasionantes detalles de la biografía de Bouchard, nacido en Francia pero ciudadano de las Provincias Unidas del Río de La Plata desde la Revolución de Mayo, están condensados en la biografía que le dedica el historiador Miguel Ángel De Marco, Bouchard. Halcón de los mares, corsario de la libertad (Emecé, 2018).
De Marco, comodoro retirado de la Marina argentina, ha escrito mucho sobre historia política, militar y naval de nuestro país. Ha publicado biografías de Belgrano, San Martín, Güemes, Sarmiento y Pellegrini, entre otros. En Corsarios argentinos, ya adelantaba algunos elementos de la trayectoria de Bouchard, que ahora amplía en este nuevo libro.
Aunque el apellido Bouchard es familiar a los argentinos, no es mucho lo que se sabe sobre la aventura humana de este héroe francoargentino, que en años recientes ha empezado a ser reconocido también en su patria de origen. Sin embargo es mucho lo que merece ser difundido de la vida de este hombre al que no le faltaba audacia, arrojo y compromiso con la causa de nuestra independencia.
El libro de De Marco, hoy presidente del Instituto Nacional Browniano, es una atrapante aproximación a una vida novelesca, de muchas hazañas y de trágico final.
Dice De Marco, Hipólito Bouchard es uno de los personajes más notables de la época de la Independencia y, sin embargo, queda un poco subsumido por esta costumbre argentina de rendir homenaje excesivo, incensario a veces, a los que están en primera fila, un Sarmiento, un Mitre, un Roca, obviamente San Martín y Belgrano. Pero Bouchard fue un personaje notable. Por encima de él, en lo que se refiere a la historia naval, ha sido puesto el almirante Guillermo Brown, porque tuvo mayor desempeño, una existencia más larga, etcétera, pero fueron compañeros de aventura en una etapa muy notable de la guerra naval por la Independencia.
Empecemos por decir que fue soldado y marino. Nacido en Francia, en Bormes-les-Mimosas, cerca de Saint Tropez, junto al Mediterráneo, estuvo en la marina francesa, aunque se sabe muy poco de su actuación en esa etapa. Y en un momento que no conocemos con exactitud, pero en la época de la Revolución de Mayo, llega al Río de la Plata. Como por entonces había muy poca gente capacitada para las tareas del mar, enseguida obtuvo un puesto de comandante de uno de los primeros barquitos con que se intentó combatir a los realistas de Montevideo. Estuvo en el combate naval de San Nicolás, fue derrotado conjuntamente con Azopardo y otros. Y luego se enroló en el Regimiento de Granaderos. San Martín enseguida advirtió las características de este personaje, muy audaz, muy valiente, y no sólo lo nombró su ayudante sino que lo llevó a combatir en San Lorenzo.
Él no sólo combate en primera línea, también arrebata la única bandera que llevaban los adversarios realistas, en un gesto de mucho valor. Y por eso San Martín no se quiere desprender de él y otra cosa que se conoce poco es que se lo lleva al Alto Perú cuando lo nombran jefe del Ejército del Norte. Más tarde, aunque lo desea, no logra incorporarse al Ejército de los Andes que San Martín está formando en Cuyo, pero sí se embarca en su primera gran aventura que es el armado de un buque corsario, el Halcón, con el cual junto con Guillermo Brown y un hermano de éste van a realizar una campaña por el Pacífico con el fin de golpear a los españoles donde todavía mantenían su dominio.
Por la ley de Corso, el corsario está regulado por normas claramente establecidas. No es una característica de la historia argentina, en todo el mundo había corsarios, en Inglaterra, en España, a lo largo del tiempo. Pero en el caso de la Argentina, después del combate naval de Montevideo en el que se venció a los realistas para siempre en esa región, en lugar de guardar algún buque, el gobierno, necesitado de dinero, los vendió. Es una constante en nuestra historia, ¿no? Como consecuencia de eso, cuando se tienen noticias de que viene una gran expedición naval española para dominar las provincias del Río de la Plata, dicen "y ahora qué hacemos, cómo cubrimos el frente marítimo". Deciden entonces promulgar una ley de corso, con reglas bien determinadas, mediante la cual se otorgue una patente específica, con derechos y obligaciones, una suerte de contrato, a los marinos dispuestos a provocar daño a naves enemigas, con buques armados portando el pabellón del país. Generalmente esos buques contaban con el respaldo económico de personas adineradas.
El personaje que financia a Bouchard o que se asocia con él es también una figura muy notable de la historia argentina, también de esa segunda línea a la que aludimos: Vicente Anastasio Echevarría. Estuvo prácticamente en todos los momentos importantes de la historia argentina. Era el único rosarino en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. Compartió con Belgrano la misión al Paraguay. Tuvo actuación diplomática. Fue consejero, periodista, diputado y financista de corsarios que hicieron un servicio muy importante al gobierno de las Provincias Unidas.
Brown y Bouchard inician su periplo en Buenos Aires, más o menos en los mismos días, ambos soportan las tormentas terribles del Cabo de Hornos, están frente al puerto de Valparaíso, atacan, después atacan la fortaleza del Callao, en el Perú, y finalmente lo hacen en Guayaquil. Ahí Brown es tomado prisionero y Bouchard interviene para lograr su libertad. Pero los dos se llevaban bastante mal; ambos eran caracteres muy fuertes. Deciden entonces marchar cada uno por su lado, se reparten el botín obtenido, y Bouchard se queda con el buque que lo hará famoso, con el que va a dar la vuelta al mundo, que es la fragata Consecuencia a la que él rebautiza como La Argentina.
Nuevamente Echevarría paga el armado de la nave La Argentina. Bouchard zarpa con una tripulación compuesta de forajidos, cuando logra formar su tripulación, zarpa de Buenos Aires justamente al año de jurarse la Independencia.
Va con patente de un país que se puede mostrar como independiente a los ojos del mundo. Y empieza un periplo muy notable.
Él va primero de Buenos Aires a Tamatave (Madagascar) Allí actúa para contener el tráfico de esclavos. Libera a unos esclavos de barcos negreros en el África.
Además era bonapartista. Entre los proyectos que tuvo en un determinado momento estaba el de rescatar a Napoleón en la isla de Santa Elena pero después eso no fue posible. Siguió su periplo, se encuentra con unos piratas malayos, los combate, los derrota, los pulveriza realmente de una manera que también habla de la crueldad de aquellos tiempos.
Después llegará a Filipinas, provocará muchos daños allí. Luego pasará a las islas Hawai. En Honolulu visita al rey Kamehameha, el gran promotor del desarrollo de Hawai. Para algunos, el encuentro con ese rey fue la primera acción diplomática del nuevo país en el exterior. Bouchard enarboló en todos esos lugares la bandera argentina.
En las costas de California, la gente de Monterrey no lo consideraba precisamente un héroe sino un pirata, lo asimilaba a los demás piratas que atacaron Monterrey. Pero lo de Bouchard estaba dentro del contexto de una acción contra los españoles e hizo bastante daño. Toda esa costa todavía estaba en manos de los españoles. San Francisco, Santa Bárbara… Él ataca varias ciudades, provoca daños, incendios, etcétera. Trata de preservar a los civiles, pero busca y logra dañar al comercio español.
Hace unos años (1988), un juez norteamericano declaró por sentencia que la acción de Bouchard no había sido pirata, que había respondido a los intereses de un país libre que estaba en guerra con España.
Después de llegar hasta Acapulco y combatir en esos mares, se entera de que su amado San Martín, por quien tenía veneración, estaba preparando la expedición libertadora al Perú. Decide poner La Argentina al servicio de San Martín, pero cuando llega a Valparaíso, el Lord "filibustero", como le decían entonces al almirante Cochrane, el inglés que estaba al servicio del Ejército Libertador y de Chile pero que se llevaba muy mal con San Martín, apresó el buque y a Bouchard lo mandó a un calabozo.
Es posible que Cochrane haya obtenido algún botín de esa fragata. El caso es que Bouchard estuvo varios meses preso, comiendo maíz. Por eso cuando su armador, Echevarría, le reclamaba que qué pasaba con el dinero, qué pasaba con el botín, él le contesta: "Yo estoy acá preso. He hecho más o menos lo mismo que Colón, Colón descubrió América y terminó en prisión. Y yo he dado la vuelta al mundo sosteniendo la bandera argentina y estoy viviendo un destino parecido".
Pero se rehízo. San Martín le dio el mando de uno de los buques de la nueva escuadra peruana. Después que San Martín se retiró a Europa siguió sirviendo a la Armada del Perú. En un momento dado obtuvo la baja, le regalaron una hacienda y allí encontró la muerte.
Lo increíble es que fue a manos de esclavos a los que maltrataba. Él, que los había defendido…
De Marco sigue contando que: Yo les dedico el libro con cierta simpatía a la mujer y a las hijas de Bouchard, que también fueron las grandes víctimas de toda esta aventura, porque quedaron totalmente desvalidas.
Se había casado en Buenos Aires, cuando era oficial de Granaderos. Con una muchacha de una familia bastante conocida, los Merlo; su abuelo fue el dueño de las tierras donde ahora está la localidad de Merlo. Pero esta mujer quedó realmente arruinada. Con dos hijas. Bouchard sólo conoció a la mayor, la segunda nació después de su partida. La mujer de Bouchard decía "yo no sé si soy viuda o si mi marido está vivo". No tenía medios de subsistencia, ni recibió una pensión. Sí, más tarde, su hija.
Porque tanto su mujer como sus hijas se exiliaron en Montevideo, en la época de Rosas, y la menor se casó con un joven de una familia muy destacada del Uruguay y aparentemente tuvieron varios hijos.
Lo positivo es que en los últimos tiempos los franceses han empezado a recordarlo y a interesarse por su vida. Hasta hace muy poco no tenían idea de que cerca de Saint Tropez había nacido y se había formado un héroe de la independencia sudamericana. Al punto que hoy en día la celebración del 9 de julio en Francia, la Argentina la realiza en Bormes-les-Mimosas, con lo que se llama Semana Argentina, una serie de manifestaciones culturales y el homenaje a Bouchard que, junto con otros dos personajes de la historia marítima francesa, son los héroes de esa región; es decir que los franceses han recuperado esa figura. Además han descubierto que Bouchard es el segundo marino francés en dar la vuelta al mundo; el primero había sido Bougainville.
Daniel Degani es un médico argentino que vive en Aviñón, Francia, desde el año 1998. A comienzos de los años 2000, un 9 de julio, paseaba por Bormes-les-Mimosas, un pueblito de la Costa Azul, cuando escuchó los acordes del Himno Nacional argentino. Creyó que la nostalgia lo estaba haciendo alucinar. Pero no, en una plazoleta del pueblo estaba concluyendo un pequeño acto de homenaje a un hijo del lugar, el corsario de bandera argentina Hipólito Bouchard. Se acercó emocionado a conversar con el alcalde de Bornes, presente en el acto. Supo que esa ceremonia se venía realizando desde 1983 y que no había participado ninguna autoridad argentina.
"Tomé la posta inmediatamente -contó Degani a Infobae– y actualmente este homenaje dura 4 días, del 6 al 9 de julio, con distintas actividades, incluido un Festival de Tango bajo la dirección artística de Dhyana Baldo, bailarina profesional, que reside mitad en Buenos Aires, mitad aquí". Todo el pueblo se engalana para la ocasión, con banderas francesas y argentinas, cuenta. Hay charlas, conferencias, actos, asisten delegaciones de las Marinas argentina y francesa y hasta se puede comer "choripán" en las calles, por iniciativa de un restaurante local que consultó con Degani qué comida argentina típica se podía servir para honrar la fecha.
En 2010, el capitán de navío Jorge Bergallo -a quien los argentinos conocimos hace poco porque su hijo Ignacio era el 2° Comandante del submarino Ara San Juan– le propuso a Degani abrir una delegación del Instituto Nacional Browniano -que Bergallo presidía por entonces- en Francia. Hoy esa delegación es una realidad y Degani la preside junto con un marino francés, Laurent Pavlidis, historiador y escritor, que dirige el Museo de Historia Marítima de Saint-Tropez.
Hoy, este corsario de bandera argentina figura en el podio de los tres personajes más grandes que ha dado la región, junto con el general Jean-Francois Allard (1785-1839), que sirvió bajo las órdenes de Napoléon, y el almirante Pierre André de Suffren de Saint-Tropez (1729-1788), célebre por sus triunfos sobre los ingleses en el Océano Índico.
Pero hasta hace pocos años, Hyppolite Bouchard era un perfecto desconocido en Francia.
El imponente busto de Bouchard, en bronce, que parece presidir Bormes, ya que el monumento está emplazado en la parte más elevada del pueblo, fue donado por la Marina argentina, al igual que el que se encuentra en el Museo de Saint-Tropez, que es idéntico al de la plaza de Bormes. Entre otras cosas han esclarecido el misterio del nombre. Nacido como André Paul Bouchard, por mucho tiempo se especuló sobre los motivos por los cuales adoptó el Hippolyte (luego castellanizado). Fue en recuerdo de su hermano menor de quien se separó siendo éste muy chico.
El periplo de Hipólito Bouchard está cargado de simbología para los argentinos. No sólo su nave llevaba el nombre "Argentina" muchos años antes de que esa fuese la denominación oficial de nuestro país -así bautizó él a este barco "recuperado" en su campaña en las costas chilenas y peruanas a las órdenes de Guillermo Brown– sino que zarpó de Buenos Aires el 9 de julio de 1817, fecha del primer aniversario de nuestra Independencia, llevando consigo varias copias del Acta firmada en Tucumán, para dar a conocer al mundo el surgimiento de una nueva Nación.
Si algún intendente tiene una calle sin nombrar en su pueblo o ciudad, ahí lo tienen.
Hipólito Bouchard.
Quiénes & Porqué
Fuentes: Infobae - El historiador - Felipe Pigna - Miguel Ángel De Marco - Daniel Degani

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