¡ARRIBA CORAZONES!

Por Julio Lagos
El increíble caso del periodista olvidado o maldito: publicó 42 libros que hoy no se encuentran en las librerías ni bibliotecas.
Juan José de Soiza Reilly, comunicador y escritor, protagoniza un hecho muy particular de la literatura argentina. Fue quien le dio la primera oportunidad a Roberto Artl, pero inexplicablemente nunca se lo menciona. Consagrado entrevistador, se sentó frente a reyes, presidentes, Papas, grandes escritoras y asesinos. Los críticos despiadados, la trama política y el olvido al que fue condenado.
Una vez le preguntaron a Jorge Luis Borges qué opinaba sobre Juan José de Soiza Reilly:
-Escribe ñoñerías– respondió despectivamente.
¿Era tan malo escribiendo? Juan José de Soiza Reilly publicó 42 libros. La cantidad no necesariamente es sinónimo de calidad, pero no deja de ser un dato que ilustra su capacidad de trabajo.
Lo notable es que hoy resulta casi imposible conseguir alguno de esos libros: Carne de muñecas, Crónicas de amor, de belleza y de sangre, Pecadores, La ciudad de los locos, Las timberas, Cerebros de París, Bajos fondos de la aristocracia…
Han desaparecido, lo mismo que las referencias sobre su autor. Y tampoco se hicieron reediciones de sus obras.
Es el escritor borrado, perdido o maldito. No está en ningún lado.
Soiza Reilly era periodista, aunque él se definía como "literato, poeta y aventurero". Su descubridor fue José S. Álvarez "Fray Mocho", el fundador de la revista Caras y Caretas.
Allí empezó a escribir Soiza, en 1908. Luego fue enviado por diario La Nación a París, donde se convirtió en corresponsal de la Primera Guerra Mundial.
Y así como José S. Álvarez, le dio la primera oportunidad a Soiza Reilly, éste fue quien le ofreció la chance inicial a Roberto Arlt. Eso fue en mayo de 1918, cuando Arlt todavía no había cumplido 20 años y soñaba con ser escritor.
Aquel joven desgarbado llegó hasta Membrillar 95, en Flores, donde vivía Soiza Reilly, quien ya era un periodista y escritor consagrado:
-Señor, quiero escribir en su revista, le traje este texto para que lo lea…
-Bueno, si me gusta lo voy a publicar…
Pocos días más tarde, el 24 de junio de 1918, Arlt publicó Jehová, su primer cuento, en la Revista Popular, que dirigía Juan José de Soiza Reilly. Arlt se lo agradeció siempre. Y lo escribió en una de sus célebres Aguafuertes porteñas del diario El Mundo. Se tituló "Este es Soiza Reilly" y se publicó el 31 de mayo de 1930:
-El autor va a todo escape a un quiosco y compra la revista. Efectivamente, allí está lo suyo, una columna de tipo pequeño y apretado, y arriba su nombre, su propio nombre y apellido. ¿Es posible? ¡Su propio nombre! Y en letras de imprenta y como título de honor, el "Prosas modernas y ultramodernas". Pero entonces ¡puede escribir! es un talento… talento… un geniazo!
Juan Terranova, un respetado crítico literario, afirmó: Juan José de Soiza Reilly es un claro precursor de Roberto Arlt. Hay entre ellos similitudes notables y mucha afinidad, cuando no plagio descarado e influencias decisivas.
Y la profesora Josefina Ludmer, en su libro El cuerpo del delito, asegura que leyendo los textos de ambos, la influencia parece ser clara, tanto en los temas como en el estilo.
(Es bueno aquí recordar “El fusilamiento de Severino Di Giovanni” por Roberto Arlt y publicado en diceelwalter.blogspot.com una maravillosa crónica dentro del espanto)
Consagrado como un imprescindible de la literatura argentina, Arlt logró lo que no pudo conseguir su mentor y antecesor. Porque inexplicablemente, los libros de Juan José de Soiza Reilly no están en las librerías y tampoco en las bibliotecas. Y él ha sido omitido en casi todas las referencias académicas.
Nacido en 1879, en Entre Ríos, (19 mayo de de 1879, Concordia, Entre Ríos)
a los 30 años ya era una celebridad, por sus entrevistas y por la forma de conseguirlas. Habló mano a mano con figuras célebres, como D'Annunzio, Anatole France, Miguel de Unamuno, Ada Negri o el Mariscal Hindemburg.
Cuando quiso reportear a George Clemenceau, jefe de gobierno de Francia, éste se negó y no lo quiso atender. Entonces Soiza Reilly dibujó el boceto de una estatua y se lo dio al secretario de Clemenceau, diciéndole:
-Lléveselo al señor Clemenceau, dígale que este es el monumento que le vamos a hacer en la Argentina.
Y Clemenceau lo recibió.
Entrevistó al rey de Italia, al Papa Pío X y a Alfonso XIII, rey de España.
Conseguía las notas imposibles:
-Mi corazón me impide ser modesto. Tampoco quiero serlo. Y aunque quisiera serlo, no podría… hace muchos años que vivo en el ambiente de los hombres célebres. En los tiempos actuales, soy el escritor que ha visto más de cerca la mayor cantidad de hombres ilustres. He recorrido el mundo, visitándolos. He puesto en práctica las más locas astucias para verlos. Cuando no me han admitido por la puerta, me han servido las ventanas…
Su entrevista con el Papa, fechada en Roma en 1907 y publicada en Caras y caretas, habla de la endeble salud del "modesto sacerdote de Venecia" y marca el contraste con las pesadas tareas pontificias. Y además cuenta las intrigas palaciegas dentro del Vaticano, señalando al Papa como "una paloma entre buitres".
Si esta nota causó conmoción, no fue menor el impacto de la que publicó meses después: La vida íntima del Papa Pío X, con testimonios del médico, el cocinero, la planchadora y toda clase de revelaciones sobre el día a día del Papa.
Cuando reporteó a Alfonso XIII rey de España, contó todas las dificultades que debió enfrentar. El propio embajador argentino en España, Roque Sáenz Peña, le quiso quitar de la cabeza esa idea:
-¿Pero usted no sabe que los reyes no quieren conversar con ningún periodista? Hijo mío, a los reyes no se los puede interrogar, ellos hablan, los demás contestan.
-Pero es que vengo de América, tengo sangre fría, soy indio. Dejaré que el rey me haga preguntas. Será un bello espectáculo, la primera vez que un rey haga un reportaje a un periodista.
Y saltando por encima de todos los protocolos, consiguió la audiencia. Y describe la imagen de "tanto salón, tanta sala, tanto cuadro, tanta galería, tanto portero, tanto lacayo, tanta gente noble que hay que conquistar con sonrisas y genuflexiones…".
Lo que sigue es un Soiza Reilly puro, el cronista en su máximo esplendor, que contaba las noticias con aire de novela:
-Un oficial. Un lacayo. Adelante. Un alabardero nos detiene. Continuáis. Un caballero de frac os lleva a un saloncito. Esperáis allí, muchos siglos. Otro caballero de frac os lleva a otro salón. En silencio, os hace sentar. Un alabardero, firme, vigila la puertecita sagrada, detrás de la cual Su Majestad tiene el gabinete de las audiencias personales. A todo esto, vuestra imaginación, movida por tan peligrosas aventuras, se siente llena de un temblor de miedo. Creéis vivir en plena novela de reyes mágicos y de palacios encantados. Se llega a pensar que un Rey debe tener en la sangre algo de Dios. Y es tan fantástica la liturgia con la que rodean al rey, que cuando llegáis al fin de salas y salones, cuando el imponente alabardero de la última puertecita azul, detrás de la cual está el monarca, os hace poner de pie, pues viene el secretario, sentís grandes deseos de correr, de escapar, de meteros debajo del sillón, de esconderos en las colas del frac… Pero viene el secretario y os dice "Entrad".
Y continúa:
-Entráis. Y creéis que os espera un ser supraterrestre. Creéis que os va a recibir un rey muy malo. Un Borgia. Un Napoleón. Un tigre… ¿Y qué véis? ¡Oh, sorpresa! Véis… Mirad lo que yo vi…Vi un jovencito. Una muchacho alto, delgado sin ser flaco. Un cara pálida. Muy triste. Al entrar, me detuve. Saludé… Su majestad se puso de pie… Aquel hombre que se ponía de pie, ¿era un rey? Sonrió. Al sonreír, la cara del monarca perdió toda tristeza. Una risa sana, de hombre alegre, le iluminó la faz. Me dio la mano. La estreché con fuerza. Después del terror que me habían infundido los alabarderos, aquel rey siglo XX me pareció digno de España, con mucho olé.
Con mano maestra, Soiza pone el clima justo en la entrevista. Hablan de política internacional y de las vaguedades habituales, hasta que escribe "Golpéandome el hombro con una familiaridad típica en él, cambió de tema":
-También tienen ustedes por allá muchas chicas hermosas. Es la Argentina una tierra pródiga en bellezas. He conocido algunas damas bellas y gentiles…
En 1933 logró entrevistar a los célebres criminales de la época, presos en la cárcel de Ushuaia: Mateo Banks, Miguel Ernst y Cayetano Santos Godino, "el petiso orejudo".
La nota, de varias páginas y con fotos, se publicó en la revista Caras y Caretas y fue un suceso nacional.
Pero además, Juan José de Soiza Reilly fue una de las voces más populares de la radio en la Argentina en el siglo 20. Con justicia, se lo puede considerar uno de los precursores del periodismo radiofónico del país.
Yo lo escuché en 1956, 1957, en el final de su carrera, pero Soiza había debutado mucho antes en Radio Stentor, en los albores de nuestra radiofonía. Y en la década del 30 ya era estrella en Radio Belgrano. Sus comentarios era vibrantes, intensos. Tenía una voz grave inconfundible y hablaba con la misma vehemencia con la que escribía: directo al corazón.
No sé cómo llegaron a mí, pero tengo varias de esa grabaciones. Están intactas. Son un tesoro de mi archivo personal.
Sus programas duraban 15 minutos y al final siempre decía: "¡Se pasó mi cuarto de hora!".
Esa frase -que tantas veces hemos repetido todos quizás sin conocer su origen- quedó para siempre en nuestro vocabulario cotidiano.
Una de las pocas fotografías que se conservan de él lo muestran de saco negro, corbata y los anteojos oscuros que usaba habitualmente. Con las brazos abiertos, gesticula frente al tradicional micrófono facetado RCA, coronado por la placa que dice LR3. Al fondo, los paneles aislantes del estudio de Radio Belgrano, probablemente en Ayacucho y Posadas.
Otra de sus clásicas muletillas era: "Arriba, corazones… ¡Asómese a la vida!".
Durante muchos años, su auspiciante era Mejoral, un popularísimo analgésico.
Soiza viajaba con frecuencia por todo el país, encabezando delegaciones artísticas y solidarias. Por eso también decía "¡va giro por tus sueños!" cuando le anticipaba a una maestra rural, de un pueblo perdido, que se solventaba el gasto de una biblioteca para su escuelita.
Soiza Reilly fue uno de los autores que protagonizó -junto a José Ingenieros, Horacio Quiroga, Benito Lynch, Manuel Gálvez, García Velloso, Baldomero Fernández Moreno y muchos más- el fenómeno de colecciones como La novela semanal y otras similares, que se vendían a 10 centavos y llegaban a los sectores más populares, especialmente a los inmigrantes de las primeras décadas del siglo XX.
También entrevistó a todas las grandes mujeres de su época. Los reportajes aparecieron originalmente en las revistas Caras y Caretas y El Hogar y Soiza los reunió en su libro Mujeres de América, también imposible de conseguir.
Dialoga con Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral y Emilia Bertolé, entre otras. Con Lola Mora, la extraordinaria escultora, se solidariza y denuncia las injusticias que se cometieron con ella: "¡Mujer extraordinaria! Dignifica la raza. ¡Si le pagaran la plata que le deben!".
Y también escribe un pequeño ensayo sobre Cecilia Grierson, la primera médica argentina: "¡Cuánto debió luchar esta mujer tan suave, tan femenina, tan romántica, tan armoniosa, para imponer sus credos en una época en la que la mujer nacía solamente para tocar el piano! La mujer criolla le deberá una estatua. ¡Todos los argentinos tendrán algún día que besarla en bronce!".
Pero la crítica de la época se encarnizó con Soiza Reilly. Uno de sus colegas literatos imaginó su necrológica y escribió: "Soiza Reilly su diarrea literaria terminó. Esta su lápida sea: L. P. Q. L. P.". Esto último debe ser leído, para que rime, "la puta que lo parió".
La referencia a la "diarrea literaria" señalaba la enorme producción de Soiza. Libros, crónicas, conferencias, programas de radio.
Sobre su capacidad de trabajo el mejor testimonio es una anécdota que él mismo contaba.
La mucama de la familia estaba en el patio, charlando con su novio. El muchacho le preguntó:
-¿Y tu patrón, de qué trabaja?
-No, no trabaja… Se pasa el día escribiendo.
De repente, Juan José de Soiza Reilly desapareció de la escena. ¿Habrá sido por algún motivo político? No lo sabemos.
Soiza tenía mucho éxito con sus cruzadas solidarias a través de Radio Belgrano, y alguien creyó que eso molestó al gobierno peronista a principios de los 50.
En un reportaje de la revista Tres Galgos su hija Emma contó:
-Mirá, a papá le allanaron la casa. Vivían en San Antonio de Padua, en una quinta. Decían que en la quinta de Soiza Reilly hacían asados con los generales para hacer el golpe¡Mentira! Entonces, esperaron que él se fuera y entraron en casa cuando mamá estaba sola. Era una esquina y entraron desde los dos lados. Eso fue en el año 52 o 54.
-¿Él nunca adhirió al peronismo?
-Que yo sepa, no. Le sacaron todos los libros. Él tenía bibliotecas hasta el techo, y sacaron uno por uno todos los libros. No encontraron nada. Y cuando se fueron mi madre, que era terrible, les dijo: "Señor, no revisó las gallinas…". "No señora, disculpe, pero no es necesario".
Tantos años después, la referencia "52 o 54…" parece señalar un mismo momento histórico. Pero en este caso se puede marcar un detalle, que a lo mejor ayuda a entender por qué motivo Soiza Reilly pasó al olvido.
En 1952 cambió el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Hasta ese momento, ocupaba el sillón de Dardo Rocha un coronel que se llamaba Domingo Mercante. Había sido el gran colaborador de Perón desde 1943 en adelante, a partir de la secretaría de Trabajo y Previsión que articuló el nacimiento del peronismo y lo convirtió en el máximo emblema de los obreros argentinos. Mercante era un trabajador incansable y su gestión se considera como la mejor en toda la historia de la provincia de Buenos Aires.
Evita lo llamaba "el corazón de Perón" y aparecía como inexorable candidato para suceder a Perón en la presidencia, porque en la Argentina no había reelección. Pero con la reforma constitucional de 1949, se abrió el camino para un segundo mandato de Perón. Ahí comenzó el ocaso político de Mercante, cuyo hijo cuenta toda esta historia en un libro conmovedor.
Pero resulta que Soiza Reilly se había hecho amigo de Mercante, quien lo nombró Director Provincial de Bibliotecas Populares. Es probable que caído Mercante, Soiza no sólo haya dejado el cargo sino que pudo haber sido víctima de los habituales vaivenes de nuestra política.
Después del derrocamiento de Perón en 1955, se lo volvió a escuchar en la radio. Estuvo unos pocos años, porque murió en 1959.
Ya estaba viudo y seguía trabajando mucho. Escribía todo el tiempo y dormía muy poco. El médico lo retó:
-Vea Soiza, su corazón está en un hilo.
-Ya lo sé.
-No puede seguir haciendo la vida que hace. Ir todos los días a la radio a grabar, levantarse a las cuatro de la mañana para escribir, dormir dos horas… Va a cumplir 80 años!
-¿Y usted qué quiere, que me quede sentado como un viejito, tapado con la bufanda, al lado de la estufa? Pero si además yo sé que no voy a llegar a los 80.
Sus amigos le estaban a preparando una cena para los 80 y les bromeaba: "No llego, no llego…". Y no llegó. Murió dos meses antes, el 19 de marzo de 1959.
Unos años antes, el sábado 7 de junio de 1952, le dedicó su programa al Día del Periodista. Milagrosamente, tengo aquí en mis manos el texto original de esa grabación, manuscrito, con la letra nerviosa de Soiza Reilly, en cursiva azul y sobre hojas de cuaderno. Leo:
"Un periodista, al morir, se dirige directamente al Paraíso. El Viejo de las Llaves sale a recibirlo y le pregunta:
– ¿Tienes oficio?
– Periodista.
- Ah no, el paraíso está lleno. Bájate, completo.
-Pero…, señor…
-¡Vete al infierno!
El periodista aprovecha el consejo. Se marcha al infierno ¡En la tierra, tantas veces lo han mandado al mismo sitio, que ya conoce el camino! El diablo le pregunta:
-¿Profesión?
-Periodista.
-¡Ocupado!
-Pero señor director…
-¡Vete! Aquí en el infierno tenemos demasiados líos para que vengas tú a enredarlos.
El periodista se resigna. Abre sus alitas y vuela. De pronto, encuentra una estrella sin gente. Una casa de fin de semana. Se instala. Funda allí un periódico de la oposición.
Inmediatamente, él -que no ha podido entrar ni al cielo ni al infierno- recibe dos entradas gratis de favor… Una para el Paraíso y otra para el Infierno… ¡¡¡Arriba, corazones!!!".
Julio Lagos

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