CULTURA
En 1916, Eduardo Bradley y Ángel María Zuloaga cruzaron por primera vez la Cordillera de los Andes en un globo aerostático, desafiando la altura, el frío y lo imposible
FOTO: Eduardo Bradley y Ángel María Zuloaga cruzaron la Cordillera de los Andes
En los mapas de la memoria nacional hay nombres que el tiempo va borrando, aunque alguna vez hayan tocado el cielo. Eduardo Bradley nació un 9 de abril de 1887 en La Plata, y en plena juventud decidió que su lugar no estaba en la tierra, sino allá donde escasea el oxígeno y reina el silencio.
Fue discípulo directo de Jorge Newbery, el patriarca del aire, y como él, se convirtió en un pionero de la aeronáutica argentina. Pero Bradley fue aún más allá: en 1916, protagonizó una de las mayores hazañas de la historia aeronáutica nacional —y del continente—: el primer cruce aéreo de la Cordillera de los Andes en globo aerostático.
Lo hizo junto al capitán Ángel María Zuloaga en el globo “Eduardo Newbery”, en homenaje a su amigo y mentor, fallecido dos años antes. La hazaña parecía imposible. A 8.100 metros de altura, con temperaturas de -30 °C y sin cabina presurizada, enfrentaron los vientos cordilleranos y una soledad que Eduardo describió como “dantesca y grandiosa”. “El abismo nunca deja de llamar a los hombres”, escribió luego, y él le respondió con una barquilla colgando de un globo inflado con gas de alumbrado, porque el hidrógeno, en Santiago, se les había agotado.
Según documenta Alejandro Vidal en el sitio del Museo Nacional de Aeronáutica, el vuelo duró apenas tres horas y media. Pero su preparación llevó meses, ensayos frustrados, burlas desde ambos lados de la cordillera y una mezcla de genio técnico, obstinación y poesía. Cuando por fin aterrizaron, entre zarzas y piedras en las alturas de Uspallata, habían hecho historia.
El telégrafo de la estación mendocina fue el primero en anunciar al mundo la proeza argentina. Las multitudes los recibieron en andas, y ambos fueron condecorados con medallas de oro en Argentina y en Chile. La gloria había sido alcanzada sin motor y sin margen de error.
Bradley no se detuvo ahí. Fue gerente en Pan American Grace Airways (Panagra) y luego presidente de Pan American Argentina, en tiempos donde volar no era solo una industria: era una frontera. El 4 de septiembre de 1929, se convirtió además en el primer pasajero argentino en volar con Pan American desde Buenos Aires a Miami, en un viaje con escalas que duró 56 horas. Su destino era competir, por segunda vez, en la prestigiosa Copa Gordon Bennett de aerostación.
Hoy sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta. Y en Córdoba, su nombre sobrevive en una calle, entre los barrios de Villa Unión y Residencial San Roque.
(Cadena 3)
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