OPINIÓN
Las nuevas elites tecnológicas fomentan la desinformación, la difusión de prejuicios, el aumento del rencor, las teorías conspirativas, las falsedades, el descrédito de la razón

Por Roberto Azaretto
En una columna publicada hace varias semanas, el que esto escribe, se refería al desquite de las élites recordando un libro escrito por Emilio Hardoy en 1987, al inicio de la revolución tecnológica digital. En ese texto el autor advertía que el control de las nuevas tecnologías le podrían dar a un pequeño grupo tecno burocrático el poder de moldear y manejar a la sociedad constituyendo una elite dominante y dando fin al proceso descripto por José Ortega y Gasset en "La Rebelión de las Masas” publicado en 1929.
Posteriormente, Carlos la Rosa, en estas mismas páginas, sostenía que estábamos ante una nueva rebelión de las masas. Resultado de ello era la aparición de personajes como Trump que para estupor de avezados analistas logró cooptar el partido republicano y llegar al gobierno, primero gracias a un anacrónico sistema electoral que no representa a la mayoría real del voto popular y en esta ocasión logrando un punto más que su contrincante en las preferencias de los ciudadanos.
En un análisis posterior de tres académicos convocados por el New York Times, no hablaban de elites y masas, pero si del enfrentamiento de los “educados” y los “no educados”, que eran los votantes de Trump y sugerían la necesidad de una autocrítica de los “educados” que habían ignorado, menospreciado, los problemas y necesidades de ese grupo poblacional, en su mayor parte eran hombres sin educación superior.
La aparición de Milei en las elecciones legislativas de 2021 con la obtención de solo dos bancas de diputados nacionales, sin el respaldo de una estructura política como fue el caso de Trump, y su salto a la presidencia en dos años imponiéndose en el ballotage con contundencia, aunque en la segunda vuelta con al apoyo explícito del expresidente Macri y su partido, puede parecer también como una rebelión de las masas, aunque en este caso pareciera que además hay que considerar otro asunto como es el generacional, que también mereció la atención del filósofo hispano, y que mostró en nuestro país el vuelco de los menores de 35 años, en todos los sectores sociales.
La sociedad que describe Ortega y Gasset es muy diferente a la actual. Esas masas que le llaman la atención porque de repente aparecen, ocupan espacios, se los ve en los medios de transporte, en los paseos públicos, en los espectáculos, no son el resultado de una dirigencia que las promueve; al contrario, la llegada de las masas provoca la aparición de dirigencia nuevas que registran el fenómeno y las utilizarán para obtener el poder político desplazando a las elites tradicionales de entonces.
En estos tiempos son las elites que tienen el poder de manejar las nuevas herramientas digitales, las que fomentan el descontento de las masas para lograr desde el control tecnológico económico, el control de la política. Sin negar la existencia de razones para ese descontento de amplios sectores que ante los cambios que implican la desaparición de los sistemas productivos surgidos de la revolución industrial, ven reducidas sus posibilidades de contar con un nivel de vida aceptable y además la pérdida del reconocimiento, estas carencias son explotadas fomentando el rencor para los que por su mejor preparación han podido adaptarse a la sociedad emergente de las nuevas tecnologías.
No podemos dejar de señalar, además, los problemas en sociedades multiétnicas como el rencor que surge en blancos sin educación ante el ascenso de minorías raciales y el acceso de las mujeres a puestos bien remunerados y prestigiosos.
Escudados en el anonimato, las redes sociales han sido el canal para erosionar a las instituciones republicanas que a lo largo de varios siglos lograron en Occidente asegurar la libertad y el respeto a los derechos individuales, limitando el poder de manera de evitar autocracias.
Personajes como Elon Musk y su socio Peter Thiel, dos inmigrantes que promueven las falsedades contra la inmigración, no ocultan su pretensión de controlar el gobierno. Asumir, dicen en sus escritos, el poder que tenían los monarcas antes que "la democracia infectara a Occidente.”. No se limitan a los Estados Unidos, se han lanzado a financiar a todas las agrupaciones filonazis de Europa y que coinciden con el autócrata de Rusia. Con el ascenso de Trump al que contribuyeron con sumas fabulosas avanzan sobre el control del estado violando normas elementales que impiden que contratistas del estado sean funcionarios y ya manejan la política exterior fomentando desde las redes el auge de los grupos filo fascistas.
Estas elites tecnológicas fomentan la desinformación, la difusión de prejuicios, el aumento del rencor, las teorías conspirativas, las falsedades, el descrédito de la razón, para manipular en favor del control de ellas mismas los sentimientos más primarios, erosionando el estado de derecho y el respeto a la dignidad de la persona humana, que es la marca identitaria de Occidente.
* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.
(LOS ANDES)
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