MILEI NO CONOCE EL TRABAJO DE LA PRENSA

OPINIÓN

Los gobiernos pasan, los periodistas siempre persistimos. Es una regla no escrita, pero que nunca falla



Por Christian Sanz

Comencé a hacer periodismo en los ingratos idus del menemismo, en los albores de los años 90. La adrenalina de aquellos días se coronaba por el ataque furibundo de los periodistas que oficiaban como chupamedias del entonces presidente Carlos Menem.

Las víctimas de los señalamientos éramos un grupo reducido de cronistas que no cesaba en denunciar la podredumbre del menemato. Había sobrada corrupción entonces, sazonada con oportunos hechos criminales.

Al paso de los años, más y más periodistas se sumaron a denunciar lo que pasaba entonces. Y, en sentido directamente proporcional, los colegas alcahuetes se iban extinguiendo. Hasta que el menemismo quedó solo como un funesto recuerdo.

Luego llegó el kirchnerismo y la historia se repitió nuevamente. Con un agravante: Néstor y Cristina aceitaron y potenciaron el ataque al periodismo independiente. Fui uno de los perseguidos en aquellos días.

No sólo a través de denuncias judiciales e inspecciones integrales de la AFIP, sino también merced a injuriosos informes en programas como 678, dedicados a menoscabar a los que enfrentábamos a los K.

La llegada de Javier Milei al poder parecía ser la panacea ante tanto ataque oficial contra la prensa. Pero no. El presidente libertario resultó ser igual o peor que sus antecesores. Demostrando su ignorancia supina respecto de la relevante labor del periodismo independiente.

Dicho sea de paso, es curioso que el jefe de Estado muestre tanto ensañamiento contra medios como Clarín y La Nación y nada diga sobre los medios K, como C5N, Página/12 y otros. ¿Qué nos estamos perdiendo? ¿Será parte de un acuerdo subrepticio, que también explicaría la permanencia en ostentosos cargos del Estado de funcionarios del massismo?

Otra digresión al respecto: ¿Cómo es posible que los “ensobrados” sólo (y siempre) sean los cronistas críticos de su gobierno?

Y otro interrogante, si cabe: ¿Por qué, si los medios lo están extorsionando, como él mismo jura, no hace la denuncia respectiva?

Como sea, Milei tiene la idea equivocada de que puede suplir al periodismo a través de las redes sociales, con su propia tropa. Pero eso es un error. Porque ninguno de sus adeptos revelará eventuales hechos de corrupción ni hará control alguno de las cuentas públicas. Esa es la labor de la prensa.

En realidad, el presidente no lo desconoce. De hecho, es lo que le molesta. Que le estén remarcando sus pifies y contradicciones. ¿Cómo explicar su giro de 180 grados respecto de la relación con China? ¿Y qué decir de su frase “antes de subir impuestos me corto un brazo”?

El ataque al periodismo es imperdonable, por más que se busque justificarlo asegurando que los K eran peores en su relación con la prensa. Es de una miserabilidad que describe a la perfección al mileísmo.

Como ocurrió con el menemismo y el kirchnerismo, un día llegará el ocaso de Milei, y los periodistas seguiremos haciendo lo que solemos hacer. Siempre los políticos pasan y los periodistas permanecemos. Es una regla inevitable.

Mientras tanto, los chupamedias de turno bien podrían leer la exquisita definición que dejó Horacio Verbitsky respecto de lo que es la labor de los cronistas, justo antes de convertirse en militante K: “Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa; el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar”. Más claro, echarle agua.

(Tribuna de Periodistas)





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