SOCIEDAD
"A los jefes, oficiales, suboficiales y soldados de la Guarnición de Azul, a quienes felicito por el heroico y leal comportamiento con que han afrontado el traicionero ataque, deseando que el reducido número de psicópatas que van quedando sea exterminado uno por uno para el bien de la República"
Por Alfredo Serra
«Azul, provincia de Buenos Aires, fundada en 1832, cabecera del partido del mismo nombre, posee una de las colecciones de ediciones de El Quijote más completas de América, y por eso lleva el nombre de Ciudad Cervantina», describían a la ciudad los folletos turísticos.
Pero la sofocante noche del 19 de enero de 1974 no fue de caballero andante, fiel escudero y molinos de viento que le parecían gigantes.
Fue un criminal y sangriento ataque del ERP –Ejército Revolucionario del Pueblo–, brazo armado del PRT –Partido Revolucionario de los Trabajadores– contra la guarnición militar de Azul (avenida General Güemes 65), una de las mayores y más poderosas del país: sede del Regimiento de Caballería de Tanques 10 Húsares de Pueyrredón y del Grupo de Artillería Blindado 1 Coronel Martiniano Chilavert.
A las ocho de la noche, entre 80 y 100 guerrilleros de la compañía Héroes de Trelew al mando de Enrique Gorriarán Merlo y Hugo Irurzún tomaron como base de operaciones una quinta vecina sólo cuidada por el casero –su dueño había muerto poco antes–, lo maniataron, y veinte minutos antes de la medianoche lanzaron un ataque tan artero como demencial: la relación de fuerzas era 20 a 1, cuando cualquier manual de estrategia militar informa que para copar una posición enemiga es necesaria una relación de 3 a 1.
Vestidos con uniformes verdes de combate y con cascos de los usados por el ejército, entraron al cuartel, agazapados y en fila india, por el polígono de tiro y se apoderaron del Puesto 3.
No con pocas armas: escopetas calibre 12.70, fusiles FAP y FAL, ametralladoras PAM, Magsen y MAC, pistolas de 9 y 11.25 milímetros, lanzacohetes y lanzagranadas. Pero fueron descubiertos rápidamente, antes de que alcanzaran su segundo objetivo: el tanque de agua. Fue el segundo fracaso, ya que tampoco pudieron dominar a los soldados de guardia.
Pero la noche sería muy larga…
Lograron ocupar la Guardia Central y el Casino de Oficiales, amparados no sólo por la noche: era pleno verano y mucho personal estaba de vacaciones.
Recién entonces entró en acción el Grupo Secuestro y empezó a correr sangre. El piquete de asesinos llegó hasta las viviendas del coronel Camilo Arturo Gay (47) y del teniente coronel Jorge Roberto Ibarzábal (48), mató a tiros de pistola al soldado conscripto Daniel González, a Gay y a su esposa, Nilda Cazaux, y secuestró a Ibarzábal, que soportaría un calvario de diez meses encerrado una «cárcel del pueblo» –inmunda mazmorra no elegida por el pueblo– hasta su asesinato, el 19 de noviembre del mismo año, cuando una patrulla policial persiguió a dos autos y una camioneta que violaron el control en un punto de Francisco Solano, Quilmes.
En la camioneta, de techo metálico, viajaba Ibarzábal hacia una nueva «cárcel del pueblo». Los policías dispararon. El conductor de la camioneta no tuvo otra salida que frenar, pero antes disparó hacia la caja y la bala dio en la cara del cautivo. Muerte instantánea.
El asesino tiró el arma al suelo y se entregó con los brazos en alto, declarándose prisionero de guerra: cuando les convenía, se amparaban en «el sistema enemigo» que querían aniquilar.
Al amanecer, todo había terminado. Fracasado el objetivo (robar armas y municiones para fortalecer a la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez, del ERP, que copó algunas poblaciones tucumanas al pie del Aconquija) y rodeados, Gorriarán Merlo ordenó la retirada.
El balance parece no reflejar la dimensión del ataque. Bajas militares: Gay y su mujer, el soldado Daniel González –asesinado en su puesto de centinela–, y el teniente primero Alejandro Carullo, jefe de servicio ese día, gravemente herido pero sobreviviente.
Bajas del ERP: Guillermo Pascual Altera, muerto, y Héctor Alberto Antelo y Reinaldo Roldán, detenidos y luego en la lista de «desaparecidos».
Sin embargo, el PRT-ERP, trostkista y enemigo del properonista ERP-22 de Agosto, tenía planes terroristas sin límite.
En febrero de 1973, un año antes del ataque al cuartel de Azul, la compañía Decididos de Córdoba asaltó el Batallón 141 de Comunicaciones del Ejército, cerca del Parque Sarmiento, y con la ayuda de un soldado militante que les abrió la puerta, y sin resistencia, robaron dos toneladas de armamento destinadas al frente tucumano.
Fue el primer copamiento de un cuartel militar del país y desató un coro triunfalista y provocador en las marchas terroristas: «Cinco por uno / no va a quedar ninguno / tenemos los fusiles / del ciento cuarenta y uno».
Un episodio espeluznante. Cuando la policía recuperó el cadáver del teniente coronel Ibarzábal, comprobó que los diez meses de cautiverio habían mellado su cuerpo casi hasta un deterioro que auguraba muy poco tiempo de vida.
Sin embargo, en la edición del 28 de enero de 1974 de Estrella Roja, boletín del ERP, apareció este mensaje:
"Al pueblo. Con relación al copamiento de que fue objeto la Guarnición Azul por parte del ERP la noche del 19 de enero de 1974, pongo en conocimiento del pueblo lo siguiente: Que durante los sucesos fui hecho prisionero conjuntamente con la señora esposa del coronel Gay, una hija y un hijo de éste, un joven amigo del hijo del coronel, y dos soldados. Así permanecimos hasta que se produjo la retirada, período en el cual fuimos tratados correctamente. Con posterioridad fui trasladado a la Cárcel del Pueblo en calidad de prisionero de guerra de un ejército enemigo y sujeto a las normas establecidas en Ginebra para estos casos. En la Cárcel del Pueblo me tratan con corrección y mi estado de salud actual es bueno".
Texto de puño y letra rematado por su firma ológrafa y su aclaración y grado debajo. Obra maestra del cinismo criminal guerrillero, exhibe en la misma publicación una asombrosa síntesis de la derrota:
«La toma de varios puestos de guardia y de las viviendas de los jefes enemigos, la muerte en combate de su jefe el coronel Gay y la captura como prisionero de guerra de su segundo jefe, teniente coronel Ibarzábal, constituyeron no sólo un triunfo parcial de los aguerridos combatientes de la compañía guerrillera «Héroes de Trelew»: marcan con claridad la decisión y posibilidad de asumir con entereza y sin vacilaciones las nuevas exigencias de la guerra».
Gorriarán Merlo fue castigado por ordenar la retirada, rebajado de grado y obligado a una «reeducación política» en una fábrica de Córdoba. Murió de un ataque al corazón el 22 de septiembre de 2006, a los 64 años.
Ibarzábal fue ascendido al grado de coronel y Gay al de general de Brigada. Ambos, post mortem.
Pero no es posible comprender íntegramente el fenómeno PRT-ERP sin conocer a su fundador y cerebro: el contador santiagueño Mario Roberto Santucho, «Roby», formado en la Universidad de Tucumán, casado con Ana María Villarreal y padre de tres hijas y un varón, y réplica de la formación de Ernesto Che Guevara: viaje por América Latina, llegada a Cuba y creador de varios frentes y movimientos marxistas-leninistas.
El 19 de julio de 1976, refugiado en un departamento de Villa Martelli, oyó golpes en la puerta: era el capitán Juan Carlos Leonetti, al frente de un grupo de tareas y sospechando que allí podría haber guerrilleros, pero sin imaginar que se enfrentaría a Santucho, que estaba con su compañera Liliana Delfino y Benito Urteaga, uno de sus lugartenientes.
Furioso tiroteo. Santucho, muerto de un balazo en la cara, otro en el cuello y nueve de la cintura hacia arriba. Leonetti, herido en el vientre, llegó muerto al Hospital Militar sin saber antes a quién había enfrentado.
En 2012, el dictador Jorge Rafael Videla reveló que «los militares hicieron desaparecer el cadáver de Santucho porque la aparición de su cuerpo podría dar lugar a homenajes y celebraciones».
El 20 de enero de 1974, apenas un día después del ataque al cuartel de Azul, Juan Perón, por radio y tevé, habló de «los grupos terroristas que vienen operando en la provincia de Buenos Aires ante la evidente desaprensión de sus autoridades. No es por casualidad que estas acciones se produzcan en determinadas jurisdicciones. Es indudable ello obedece a una impunidad que la desaprensión e incapacidad hacen posible, o lo que sería peor, si mediara –como se sospecha– una tolerancia culposa».
Al mismo tiempo, ordenó a los diputados de su partido que impulsaran la reforma del Código Penal en lo referente a acciones guerrilleras (algo ya aprobado por el Senado).
El 22 de enero, en Olivos, recibió a los diputados de la Juventud Peronista que se oponían a esa reforma. Pero se estrellaron contra un muro. En lugar de una audiencia privada, Perón los recibió con un discurso televisado que les sonó a castigo: «A la violencia no se le puede oponer otra cosa que la violencia, y el que no esté de acuerdo o no le conviene… ¡se va!».
Respuesta: ocho de los diputados renunciaron a sus bancas.
El mismo día, Perón les escribió una carta «a los jefes, oficiales, suboficiales y soldados de la Guarnición de Azul, a quienes felicito por el heroico y leal comportamiento con que han afrontado el traicionero ataque, deseando que el reducido número de psicópatas que van quedando sea exterminado uno por uno para el bien de la República».
Seis meses después, el primer día de julio, el general murió. Tenía 78 años.
No era momento para recordar dos episodios brutalmente contrapuestos: su carta de 1971 a los montoneros acerca del secuestro y asesinato de Pedro Eugenio Aramburu: «Apruebo todo lo actuado», y su célebre «imberbes, estúpidos» en la Plaza de Mayo, el primer día de mayo de 1974, cuando defenestró a la que antes había llamado «la juventud maravillosa».
Sin embargo, pronto hubo que recordarlos.
Porque empezaban los sangrientos años de los crímenes montoneros, los de la Triple A y las torturas, asesinatos y «desapariciones» de la última dictadura militar. Con una deuda que nadie, en 40 años de democracia, se atrevió a saldar: los crímenes de las guerrillas.
Entre mil y mil quinientos muertos. E infinitas lágrimas que no se han secado.
(Artículo publicado originalmente el 20 de enero de 2020 en LA GACETA LIBERAL)
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