CRUZ DEL EJE; LOS CUSTODIOS DE NUESTROS MUERTOS

(ALGO PARA RECORDAR / Publicado el viernes, 8 de abril de 2022)

CRUZ DEL EJE: LOS CUSTODIOS DE NUESTROS MUERTOS

LOCALES / OPINIÓN / ENTREVISTAS

Los cementerios son esos lugares donde convergen una variedad de elementos que tienen un fin único, venerar a nuestros muertos


Por Walter R. Quinteros

—Somos ocho, somos pocos —me dice Juan Pablo Soria, encargado del Cementerio San José, de Cruz del Eje—.

Muchas veces se dice que la tristeza y el dolor son, antes que nada, formas de vida. Un cementerio es entonces, sin lugar a dudas, el lugar institucional de nuestros muertos, los que ya no tienen dolores ni tristezas.

En mi visita a este cementerio, encuentro elementos que me llevan a pensar cómo es que se propone resignificar un lugar, y se lo incluya en nuestro paisaje como una de las unidades territoriales ordenadas, con todo lo emocional que conlleva, y que tenga a su vez una buena gestión, con la planificación correcta de su territorio en la ciudad. Algo digno de visitar.

Juan Pablo Soria, se muestra muy atento, dispuesto a brindarme respuestas satisfactorias a mis inquietudes, pero más allá de su buena voluntad, no me puede responder con exactitud cuántos años lleva emplazado el cementerio en la parte alta de Barrio Fátima de esta ciudad.

Si hacemos memoria que a lo largo de la historia, el cementerio se fue mudando, desde donde es hoy el Club Olayón, al Barrio Toco Toco —me dicen en conjunto con el florista apostado en la puerta de ingreso—, luego lo instalan aquí, pero del año no, eso debe estar en los registros de la municipalidad, aclaran.

Los cementerios son esos lugares donde convergen una variedad de elementos que tienen un fin único, venerar a nuestros muertos. Para eso, asumimos que ese lugar de la muerte, nos lleva a realizar procesos y determinaciones en relación a lo emotivo del lugar.

Adentrándonos en el mismo, vemos que las instituciones locales le rinden sendos homenajes a sus socios caídos. Monolitos erigidos de Clubes, Mutuales, Sociedades, Cooperativas, y homenajes, así lo señalan. Y hay panteones que así lo reflejan.

—¿Cuánto tiempo llevas de encargado?

—Casi un año, si casi un año que estoy en este lugar.

—¿De quién dependes?

—De la Secretaría de Gobierno.

—¿Qué horarios cumplen?

—Nosotros trabajamos en dos turnos, abrimos a la 6 de la mañana, cerramos a las 18.

—¿Alcanza el personal asignado para el mantenimiento?

—En total somos ocho, somos pocos.

En realidad, para completar esta nota debí haber buscado el orígen que dio su traslado a este lugar de la calle Juan Díaz de Solís. Y cuáles fueron los procesos que se han tenido en cuenta para instalarlo en esta forma rectangular de casi dos hectáreas, donde descansan nuestros muertos.

Tal vez, un ingeniero o arquitecto me pudo haber hablado de "territorialización" o de "escalas" del ordenamiento interno de los cementerios. O de qué "modelo" se pudo haber pensado para este cementerio que ya no tiene más espacio.

—Juan Pablo, ¿alguna vez tuviste miedo de caminar por estas callecitas internas?

—Los primeros días si, sentí algo extraño, me daba cosa... pero después no, ya es algo natural.

—¿Qué medidas tiene el cementerio?

—Bien, bien, no podría decirle, pero debe andar por las dos hectáreas...

Al recorrerlo, veo que el lugar está constituído por diversas estructuras, lo que indica que guarda relación lo socio, cultural, económico propias de cada familia de deudos.

Y vuelvo a preguntarme, ¿cómo se dinamiza un lugar como este?

¿Cómo se lo ordena dentro de una ciudad?

¿Debiera ser un motivo de orgullo que podamos mostrar?

Esto me recuerda una anécdota, hace muchos años, el padre de una amiga que vivía en Córdoba, sale por la mañana. Vuelve por la tarde y llama a su esposa, a la madre de mi amiga y le dice, "compré un terreno". ¿Para qué queremos un terreno si ya tenemos esta casa? No —le dice—, "compré un terreno en el cementerio de San José de la Dormida, así volvemos a nuestro pago cuando nos muramos".

Creo que los cementerios debieran mostrarse siempre desde la diversidad emocional sumada a la socio, cultural, económica. Y sus dibujos internos debieran mostrar un discurso que de lugar a múltiples interpretaciones.

Que nos de un soplo de alegría entrar y decir "los vengo a visitar". Como hace mi amiga de Córdoba, cuando va a San José de la Dormida.

Mientras tanto, Soria me cuenta que algunos nichos sufren los procesos de deterioro propios de los años. Que hay panteones que desde hace décadas no se abren ni se mantienen, pero que están pagos a perpetuidad, que desconoce cuál es la tasa municipal para el mantenimiento.

—¿Conoces dónde están enterradas las celebridades de esta ciudad, como poetas, pintores, músicos, artistas?

—No, en realidad, no. Eso hay que averiguarlo en la municipalidad.

—¿La tumba más antigua?

—No, tampoco, pero debe estar para allá (señala el lugar) que es la parte "vieja". La "nueva" es para el otro lado.

Un albañil me explica que las estructuras tienen una altura autorizada para cuatro nichos por columna pero que ahora les han autorizado construir una "urnera" sobre ellos, los que los hace más simpáticos a la vista.

—Juan, ¿el cementerio está completo?

—Si, se están construyendo con mano de obra municipal algunos nichos más, pero, ya está completo, le diría que se hace difícil acomodar féretros.

—¿Me estás diciendo que está prohibido morirse?

—Si, algo así.

—¿Hay crematorio?

—No, en todo Cruz del Eje no hay crematorios.

—Una última pregunta... ¿Hechos de vandalismo?

—Si, casi como que es común, roban placas de bronce, floreros, marcos... hacemos la denuncia pero todo queda en la nada. No hay guardias.

Juan Pablo Soria no tiene archivos a las vista, no sabe la cantidad de muertos que ocupan lugar en este cementerio. Él y su gente —los custodios de nuestros muertos—, tratan de mantenerlo, lo mejor posible.

Aquí descansan para siempre esas caritas que no nos sonreirán más, esas figuras que ya no caminan entre nosotros, las que una vez nos peleamos, las que amamos, los conocidos, los desconocidos.

Por la razón que fuere, ya no están entre nosotros. Les llevemos una flor, los veneremos.

Sócrates decía que "siempre que veas a un hombre estremecerse y retroceder cuando está a punto de morir, es una prueba segura de que tal hombre ama, no la sabiduría, sino su cuerpo, y con el cuerpo los honores y riquezas, o ambas cosas a la vez".


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