DOS HECHOS, NINGUNA REPÚBLICA

OPINIÓN

El país donde vivimos

Por Carlos Mira

Dos hechos aparentemente desconectados permiten descifrar en qué tipo de país viven los argentinos.

Uno de esos hechos viene como estertor de lo que fue la noticia de la última hora del jueves, es decir, la prohibición de que la gente pueda financiar sus gastos para viajar al exterior.

En ese sentido, el ministro de la producción, Matías Kulfas, dijo textualmente “la clase media tiene hermosas opciones para viajar en la Argentina”.

O sea, Kulfas se cree un iluminado con capacidad para decidir cómo los argentinos utilizan su dinero y sobre cuál debe ser el destino de sus vacaciones. Debería ver los vídeos de su presidente cuando decía que los cepos al dólar del entonces gobierno de Cristina Kirchner eran un atentado a sus libertades.

Los argentinos deberían llamar al Sr Kulfas cuando se acercan sus vacaciones para ver adónde el Sr feudal les permite viajar.

Resulta francamente increíble este caso. El solo hecho de plantearlo es un disparate.

El gobierno sostiene que la clase media está condenada a no poder elegir libremente el destino de sus vacaciones porque hay que pagar la deuda que contrajo Macri.

Se trata de un argumento sencillamente pasmoso. La deuda que contrajo Macri fue para pagar la deuda que dejó el peronismo de Cristina Fernández. La ex presidente recibió el poder con superávit fiscal y lo entregó con un déficit de casi 8 puntos del PIB.

Ese tremendo agujero fue rellenado con deuda. La deuda que tuvo que pagar Macri con el préstamo del Fondo.

Pero aún está explicación resulta redundante cuando los argumentos del cepo se rebaten con un razonamiento sencillo que derriba toda la necesidad de prohibiciones: si el gobierno permitiera que los actores económicos arbitraran el valor del dólar libremente, los dólares aparecerían como por arte de magia.

La Argentina no es un país sin dólares. A la Argentina le sobran los dólares. ¿Quién los tiene? Los argentinos.

El punto es que los dólares están guardados y bien guardados porque la gente no va a arbitrarlos al ridículo precio que le pone el gobierno. Pero si éste permitiera que ese arbitraje se hiciera libremente, los dólares aparecerían.

Si la gente pudiera cerrar contratos libremente, establecer el precio del dólar y cuál va a ser el plazo de financiación de las compras y sus costos, no habría necesidad de que ningún señor feudal salga a decirle a los argentinos adónde se tienen que ir de vacaciones.

El otro hecho que demuestra a que nivel de republiqueta descendió la Argentina, es la repercusión de la “carta” de la señora Fernández.

Y en esto tenemos mucho que ver los periodistas. Ya antes de que apareciera publicada, había varias voces en la prensa que se preguntaban si la vicepresidente iría a publicar una “carta” o no.

Y ahora luego de publicada todos están abocados a desarrollar sesudos análisis de lo dicho, de lo no dicho y, fundamentalmente, de lo que quiso implicar o no implicar.

¿Pero dónde estamos? ¿Quién es esta señora para tener a un país pendiente de sus “cartas”? ¿Acaso la Argentina tiene una forma de gobierno que funciona a fuerza de “cartas”?

No faltó, incluso, quien desarrollara toda una teoría para descifrar si lo publicado era una “carta” o un “documento”, como si eso tuviera alguna relevancia.

La vicepresidente cree que ella es una especie de Cleopatra que puede tener bajo los caprichos de un teclado el destino de los argentinos.

Algo de ésta concepción aparece avalado por parte de la sociedad que sigue defendiendo la inocencia de una banda de delincuentes que asoló al país y le robó miles de millones de dólares. Solo con ese aval dos jueces impresentables pueden retorcer de tal manera la ley para decir que lo que está sobradamente probado no constituye un delito.

Obviamente el denominador común de los dos hechos es el que demuestra que la Argentina es no es una República. En las repúblicas libres los ciudadanos hacen sus contratos de acuerdo al principio de la autonomía de la voluntad y no se dejan gobernar por “cartas”.

¿Podrá algún día cambiar la Argentina? Difícil de lograrlo sin que los argentinos cambien. He allí el nudo de la cuestión. Hasta ahora las señales son insuficientes. Frente a tanto ultraje las respuestas deberían ser más contundentes que las vistas en las últimas elecciones.

(The Post)

Comentarios