LA LICUADORA K

 OPINIÓN

Si alguien duda (o hace dudar) de la competencia de Alberto Fernández es su propia coalición

Por Luis Novaresio

El Presidente siempre supo que era un delegado subordinado de su Vice. Ni siquiera el shock del anuncio por redes de su candidatura empañó el dislate de ser consagrado número uno, por primera vez en la historia del mundo político, a través del dedo omnisciente de la número dos.

Alberto Fernández asumió devaluado. Hoy, está en valor de default.

La Argentina fue pensada para ser gobernada en la ejecución del día a día por una persona. Aunque no luzca fuera de tiempo, así es. En los exámenes de derecho constitucional de la Universidad se obtienen respuestas todavía erradas sobre la figura del vicepresidente. No integra el poder ejecutivo. Este último cargo es unipersonal. El vice es un órgano extra poder del legislativo.

Cristina hizo añicos esa idea y cogobierna, gobierna e, incluso, vacía de poder el centro de gravedad pensado por Alberdi. Si las dos primeras opciones son anormales, la tercera es antijurídica. Ella y, cómo no, su hijo. “Si el FMI viene con un plan con un diseño económico que ya fracasó es un problema, espero hayan aprendido. El daño es muy profundo y es ocultado por los medios”, dice quien debía ser uno más entre 257 legisladores licuando de poder al ministro del licuado presidente que pretende hoy mismo negociar con nuestros acreedores. Los Kirchner, familia de “licuadores”.

Cuando alguien se pregunta si Alberto terminará su mandato crecen los gritos del peronismo acusando de golpistas a los inquisidores. Se equivocan. Primero, porque el mal desempeño de las funciones o la comisión de delitos en el ejercicio de esa misma función está previsto por la constitución y no tiene que ver ni con cuarteles ni siniestros que interrumpen la voluntad popular. ¿La constitución que prevé ola de destitución de un funcionario es inconstitucional? Aquí la duda del mandato nace de los “licuadores” que no son ajenos. El infierno es propio. Si alguien duda (o hace dudar) de la competencia de Alberto es su propia coalición.

Alberto Fernández fue desplazado, ahora sí de facto, de la presidencia. 

El progresismo “licuador” K convocó al conservadurismo total de derecha con Juan Manzur y minó con propios multiprocesadores el gabinete como Aníbal Fernández o Jorge Taiana. Kicillof también sabe ahora del poder de los interventores. Una mano oculta en las formas pero con nombre y apellido en el fondo, le mutiló a sus más confiables amigos. El Presidente ni siquiera opina de lo que hacen sus “licuadores”. Si hasta se cuenta en los pasillos de su escaso entorno que se entera por los medios de proyectos como la agencia agro industrial. Como le pasó con la renuncia de su ministro de interior con quien apenas recuperó el buenos días.

Quizá sea el verlo con anotador de cronista meritorio recorriendo algunas calles y casas de vecinos pre seleccionadas la imagen más demostrativa -y patética- de su vacío. Versión peronista del timbreo de Macri, el papel le tira de sisa. En su caminata se ve la fatiga física. En su mirada, el desconcierto y en las anotaciones la ausencia de brújula si es que se sorprende porque los prolijamente entrevistados le hablan de los precios, la seguridad o las muertes por el COVID. ¿Se entera entonces de esos temas? ¿Anota y ordena a alguien abordarlos? ¿A quién? ¿Precios para el ministro con reemplazo anunciado? ¿A su nuevo ministro de Seguridad que denostaba cuando creyó tener el poder? ¿A los responsables de la Salud que logró holgadamente mas de cien mil muertos y el crecimiento de la pobreza?

Todos podemos cambiar de ideas a lo largo de la vida. Dicen los expertos en psicoanálisis que es casi imposible cambiar de carácter. Quien siempre se creyó más sin par, por encima de todos, lo sigue siendo aunque tenga frente a sí al presidente formal. Quien siempre recibió órdenes, escribe las recibidas o las que cree recibir en un anotador con espiral de alambre.

(Infobae)

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