DANIEL Y LAS MÁQUINAS VOLADORAS

 CULTURA / HISTORIAS

Daniel Salzano, uno de los poetas más nobles, sensibles y olvidados

Por Walter R. Quinteros

Nos decía Daniel Salzano, desde su Quiénes & Cuándo, publicado en el diario La Voz, su amor por las máquinas de escribir, en este espléndido  relato.

Las Máquinas Voladoras

Mi primera máquina de escribir / estaba llena de palabras previamente pronunciadas / pura dactilografía: / muy señor mío / de mi mayor consideración / sin otro particular / lo saludo atentamente / su seguro servidor.

Mi segunda máquina de escribir / era terrible / se enamoraba / por su cuenta / escribía cartas de amor que yo no quería escribir / llevaba las uñas de los pies pintadas de rojo / compartíamos el mismo domicilio / la misma bañera / por las dudas / la agregué a mi documento nacional de identidad / junto al grupo sanguíneo / en caso de accidente / antes que a nadie / había que avisarle a ella.

Cuando entré a trabajar a La Voz del Interior, me tocó en el reparto una Underwood de la Primera Guerra Mundial / es probable que fuera la máquina que escribió la Reforma del 18 / nos llevábamos bien / échese ahí / le decía / párese / cacha cacha / vaya a la cucha / cuando me veía aparecer escribía muchas eñes seguidas / ññññññññññ / yo no sé si ustedes vieron La pandilla salvaje / pero si yo hubiera sido William Holden / ella hubiera sido Ernest Borgnine / el Día del Periodista se chupaba / hablaba sin parar / lo que no puedo saber es qué es lo que decía: / k9fjum K&& 1*mc RR12 Z-z.

¿Una dos tres cuántas máquinas forman parte de la vida de una persona? / con los lápices en cambio / no sucede lo mismo / se deshacen como las pirámides de Egipto / las biromes se secan / permanecen días enteros en el bolsillo del saco hasta que comienzan a despedir un insoportable olor a tinta muerta / las máquinas de escribir duran toda la vida / yo sin ir más lejos / este año he comprado un par de zapatillas / una licuadora / un reloj despertador / pero máquina no / máquina tengo / lo mismo que mujer / hijo / y cejas oscuras.

¿Y la compu?/ bueno / lo que yo no aguanto de la compu es esa manera de estar en casa / como si llevara años viviendo conmigo / como la heladera / como el almanaque de Marilyn Monroe / como el sillón de mimbre / o la santa Rita / pero a mí no me engaña: / el suyo y el mío / son dos tiempos de alianzas imposibles / la computadora es una bomba que escribe pero no lee / ¿me explico?

Ayer / hace tanto tiempo / pasé frente a un cambalache que exhibía una Underwood / expuesta como una diosa en la vidriera / fue como escuchar a la gran orquesta de Count Basie / y no estar junto a vos para bailar / para abrazarte.

En síntesis:/ si no sos capaz de ingresar al depósito de cadáveres/ y reconocer a tu máquina de escribir nada más que por el tacto / es que te has equivocado de oficio. 

Maravilloso relato. Pero, quiero destacar algo que escribe el colega Fernando Píttaro, desde el sitio "Continuidad de los libros" que: "Si Dios atiende en Buenos Aires, como efectivamente parece ocurrir, sería un imperativo casi ético por su parte que abriese una sucursal divina en Córdoba. Así podría descubrir, por ejemplo, a uno de los poetas más nobles, sensibles y olvidados que dio esa provincia. Salzano es muchas cosas. Y se lo recordará, al menos, por un puñado de ellas. Por ser inventor de los textos ­/ barrados /. Por ser el hijo de la costurera y el ferroviario. Por ser de Cruz del Eje e hincha de talleres. Por hablarle al tipo común y silvestre al oído y no desde un pedestal, por pintar la memoria de varias generaciones desde la mesa del bar Sorocabana. Por ser el letrista de Jairo. Por ser el mejor cronista que la Voz del Interior jamás podrá volver a tener. Por ser el que escribió, entre muchas otras genialidades, que 'el amor es como el chorro de vapor que suelta el corazón de las ballenas'. Y por ser el mismo que le aconsejó a un principiante de las letras que 'para escribir hacen falta tres cosas: una silla, un lápiz y un papel; después hay que meterle todo para adelante; y cuando ya no haya nada por delante, hay que meterle todo para atrás'. A ese cronista urbano de relatos costumbristas cargados de nostalgia y sabiduría popular, la endogamia porteña lo ignoró; la fábrica del canon se lo devoró. Sus libros no se consiguen en Buenos Aires. Y es triste que nadie sepa quién fue Daniel Salzano, ese poeta que sabe las calles de su ciudad de memoria y las recorre con las manos en los bolsillos y la cabeza cargada de recuerdos".

Si bien hay alguna constancia de que el padre, como ferroviario estuvo en Cruz del Eje, Daniel Salzano nació el 22 de mayo de 1941 en la ciudad de Córdoba.

Amplía el sitio Wikipedia algo más sobre Daniel —periodista, escritor y poeta—, con el cual tuve el honor de compartir algún café, conversaciones sobre cultura, y la de ser funcionarios municipales en Córdoba. Y son sus poemas, aunque se queda corto, este sitio nos recuerda que fueron publicados en distintas revistas literarias: Barrilete, Mitos, Monólogos, Acento, El Lagrimal Trifurca, El Escarabajo de Oro, Horizontes y Crisis, así como en los diarios La Opinión, Clarín de Buenos Aires y Últimas Noticias de Venezuela.​

Recibió múltiples premios y distinciones, como la Cruz de la Corte de la Real y Americana Orden de Isabel la Católica, otorgada por el Rey Juan Carlos I de España (2001), Ciudadano Ilustre y el Premio J.L. de Cabrera (1998). Fue reconocido por la Asociación Argentina de Críticos de Arte.

Durante sus últimos años realizaba la columna Quiénes y Cuándo​ en el diario La Voz del Interior, matutino donde escribía desde 1968. Estos escritos solían estar acompañados por una o dos ilustraciones a cargo de uno de los dibujantes del diario, Juan Delfini.​

Junto a Jairo compuso numerosos temas musicales, además fue autor y colaborador de obras teatrales. Fue director del Cine El Ángel Azul, Sombras, el Centro Cultural España Córdoba y el Cine Club Municipal Hugo del Carril de la ciudad de Córdoba.

Cristina Klem, su mujer, nos dice: "recuerdo con emoción que me llamó con la mirada y me pidió la boca: Me tiró el último hálito dentro mío. Mucha gente lo hace, porque sale un alma de ahí. Y cerró los ojos y murió en mis brazos”.

Falleció el 24 de diciembre de 2014 a los 73 años.

(Walter R. Quinteros / La Gaceta Liberal)

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