RECUERDOS DE MI PRIMERA CRÓNICA


Recuerdos de mi primera crónica
Por Walter R. Quinteros
Siempre los amigos, cuando uno tiene más de cincuenta años, son los amigos quienes hacen lo posible para que alguien te abra una puerta. A pesar de vivir y trabajar temporalmente en el extranjero, un amigo me dijo que tenía un amigo que editaba una revista puramente comercial y que, necesitaba para las páginas centrales, algo para leer que cause polémica, algo de mi barrio, me dijo. Entonces viajé a Córdoba.
Uno de los barrios más grandes y populosos de Córdoba me abría las puertas. Surgieron esa misma mañana esta crónica que titulé: “Johny, de Rincón al fondo”, y “Cartas para Angela”.
Desde Brasil mandé los correos y ambos fueron publicados con mi seudónimo Ibarrechea. Mi blog, aumentó de 870, a 4.000 visitas. Pero esa es otra historia.
La historia de mi primera crónica es por cierto real, los nombres en este caso son ficticios.
Johny, de Rincón al fondo
“Johnatan F. fue finalmente detenido bajo el cielo del mes de Agosto, cerca del rio Suquía y cuando levantó la vista y alzó las manos, alcanzó a ver algunas borrosas imágenes del Barrio San Vicente. Le temblaban las piernas sudorosas cuando agachó la cabeza para entrar al patrullero y en todo el trayecto solo observó el logotipo de la marca del vehículo policial impreso en la alfombra de goma que cubría el piso.
Después, cuando era juzgado en la Sala, a pocos metros del salón de los pasos perdidos, el Tribunal le recordaba sus antecedentes delictivos que, desde temprana edad, había cometido y por los cuales la policía de la provincia, lo procuró intensamente durante varios años.
Mientras duró el proceso, Johny no levantó la vista del suelo, como buscando en los mosaicos de granito, una figura para tatuarse en el cuerpo.
Sentía sí, la presión de las manos de los policías en su brazos esposados y al final, solo atinó en el desórden que se produce al escuchar la sentencia y, a buscar de reojo entre la concurrencia, la presencia de algún familiar, algún vecino, algún amigo.
El llanto de su hermana mayor, fue lo que oyó nítidamente y reconoció.
La buscó con la mirada que empleaba para seguir la trayectoria de la mira y el guión de sus armas y la vio yéndose por la inmensa y pesada puerta del Juzgado.
Johny, recordaría que muchos años antes, su hermana entraba corriendo al rancho donde vivían y gritaba.
- Mamá, mamá, miralo al Yoni, miralo al Yoni, que se está echando mocos!
La madre, al correr la cortina, alcanzó a verlo destruyendo a pedradas el alumbrado publico.
La paliza fue tan grande, que con sólo diez años escapó y, nadie supo más de él.
Aquel recuerdo de su primer gran castigo, se fue diluyendo a medida que, a sus espaldas, se cerraban las puertas de la cárcel de Bouwer.
Johny, de la calle Rincón, al fondo, esbozó una sonrisa de agradecimiento, cuando le alcanzaron un cigarrillo”.
Tiempo después, cinco o seis años, creo, y ya instalado nuevamente en esta provincia, por el noticiero del televisor anunciaban la muerte de un preso que gozaba de salidas transitorias. Era Johny, frente a la puerta de la nueva casa entregada por el gobierno, a su madre.
“En el barrio Ciudad de los cuartetos fue muerto de cuatro balazos Johnatan F. Según el parte policial, se presume que hubo un ajuste de cuentas entre bandas”. Y en otro canal ampliaban: “Dos hombres en una moto le dispararon a quemarropa a...”. Nos decía la cronista, señalando dos impactos de bala, uno en la pared, y otro en la puerta.
“Ha sido un gusto informarles”, dice el periodista del canal.
©Walter R. Quinteros - Quiénes & Porqué

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