SER CARTERO, EN CRUZ DEL EJE

OPINIÓN

"Los nombres de las calles no son un meme. Ni un solo cambio más"


Por Walter R. Quinteros

Ponele que una noche te acostás pensando en la mujer que te gusta y vive en la Calle Córdoba y no. Por la mañana las manos mágicas ponen un cartel que indica que la calle Córdoba no existe más, ahora se llama Gustavo Luna. Las cartas de amor se pierden en la confusión, los perros te ladran. Los maridos te amenazan. Las calles Gustavo Luna y Alem viajan un trecho tomadas de la mano, después aparece la Colón como tercera en discordia. Y se separan. Se acabó el amor. En la partición de bienes una se lleva los números pares, la otra los impares, y distintas alturas. Pobres carteros. 

Otro día buscas la calle Formosa, ponele que ahí vivía una mujer que decía que te amaba. Pero ahora la calle se llama Alfonsín, y ella jura que no te conoce, que nunca te vió, y se pierde en la oscuridad del zaguán sin despedirte. Rápida para los olvidos había sido la piba. 

La costanera Félix Acosta, fue despojada de un tincazo por el nombre Villagra Mías, del puente para allá y por Monseñor Colomé, después, del puente para acá. Pero che, Felix Acosta fue varias veces intendente, respeten los rangos. No, la mujer que te esperaba mirando la silueta del río flaco, ahora te mira con el desprecio del olvido, parece Labruna entrando a la cancha de Boca. 

Ni hablemos de los nombres de moda que vienen en camino. A la calle Rivadavia le quedan pocos libros de vida si seguimos así. Pasaje que se descuide, aquí los oportunistas le cambian el nombre, la cédula de identidad, el DNI, hasta borran el eco de los que compran de todo, señora, compro señora, y las historias de amores desesperados y no correspondidos y esas cosas, y coso. 

Sino, mirá el caso Mamá Antula. Nadie sabe quién es ni de qué se trata pero bautizaron una calle en ese barrio de pecadores. ¿No me creen? Lean los partes que diariamente publica la excelentísima Departamental de Policía sobre ese barrio. 

Pobres carteros. Empezaron a volverse locos con los nombres nuevos y las numeraciones invisibles y en algunos casos ausentes. Terminaron todos refugiándose en las empanadas y el vasito de vino tinto del bar "El Chuscha". Uno de ellos me dice que las cuestiones tecnológicas como el GPS y otros artilugios electrónicos los confunde. Para ellos es mejor llegar así; "De la casa del pelau, dos más, la puerta verde con rejas negras, al lado de la casada con el cornú".

Lo que más me impactó es que me contaron que ven fantasmas. 

Me dijeron que a uno de ellos les apareció un tipo con mameluco y sombrero que manejaba una chatita Chevrolet modelo 1930 y que juraba que venía por la RP A185, y de repente ya no era más RP A185, que de repente era la calle Reolín, después Illia, después Vélez Sársfield, después Eva Perón, y ahora estaba en Alvear jurando que esa era la RP A185. Me contaban que juntos, cartero y fantasma, se largaron a llorar abrazados y compungidos, cuando llegaron a la esquina donde se junta con la RP A175 y todos le decían "la 24 con la 16". 

Por las noches siento el motor de la chatita Chevrolet dando vueltas todavía por Cruz del Eje.

En cuestiones del amor, los desencuentros duran años, si los funcionarios cambian el sentido de las calles, pueden ser eternos —Anoten eso, pibes—. Y bien que lo sabía el fantasma de la chatita, por eso seguía buscando a la mujer de su vida que llevaba años y años mirando hacia afuera, ansiosa, por la mirilla de la puerta, parada sobre las baldosas gastadas.

Quería contarle eso a una amiga, la llamé y le dije que lamentaba despertarla tan temprano. No hablamos esas cosas amorosas que hablan los hombres y mujeres que viven solos. No. Hablamos de salir en defensa de los nombres de nuestras calles. Un día de estos, haremos proclamas y afiches que digan "Los nombres de las calles no son un meme. Ni un solo cambio más". Miren que hay olor a que se viene un rebautizo urgente, de esos tipo... "quedemos bien", porque los de la muni, ya mandaron a hacer el cartel señalético. 

Con esa noticia urgente, por la tarde, entré al bar donde me esperaban los pocos que quedan del Consejo de Sabios. Pensativos, apelaron a la memoria, "son más, las calles rebautizadas", coincidieron en eso mientras mirábamos las sillas vacías. Y hablamos de los nombres que se repiten, ¿Cuál calle Rioja? ¿Cuál Alsina? ¿Qué tramo de la Bailen? ¿Vos vivías en la Alvear que venía, o esta que vá para allá? Por eso de querer armar un rompecabezas, suspendimos el café. Pedimos whisqui, de ese que tiene a un tal Johnny caminando lo más piola en la etiqueta, y brindamos por los ausentes y por los carteros, dos veces brindamos. Porque los carteros golpean dos veces las puertas. 

Al salir del bar de la esquina, y bajo la tenue lluvia, buscamos el nombre de las calles donde estábamos. No hay un miserable cartel que nos oriente, ni nadie que nos indique, ni nadie que nos venga a buscar, ni nadie que nos espere. Entramos de nuevo. Pedimos otro trago on the rocks, mientras veíamos que una chatita Chevrolet modelo 1930, oxidada y sin luces, daba vueltas y vueltas, iba y venía, desorientada y desesperanzada. Como buscando el último suspiro de felicidad.

Debe ser trabajo insalubre, el de ser cartero en Cruz del Eje.





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