TRES POEMAS DE ELENA ANNÍBALI

 CULTURA / 

Las entidades amadas tienen nombre propio.

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Nacida en Oncativo (Córdoba) en 1978, Elena Anníbali llevaba publicados dos títulos de poesía (Las madres remotas y Tabaco mariposa) y uno de narrativa (El tigre) cuando apareció La casa de la niebla (Ediciones Del Dock, 2015), su libro más reconocido por críticos y lectores y el que motivó la presente entrevista. Curva de remanso, su próximo libro de poemas, ya está en proceso de edición.

Por Diego Colomba

¿Se puede hacer poesía sin una visión dramática de la existencia?

—Depende de qué llamemos visión dramática de la existencia.

Me refiero a una vida atravesada por tensiones y conflictos, con la presencia permanente de la muerte.

—Si me preguntás si yo puedo hacer –si yo quiero hacer– esa clase de poesía, te diría que no está en mi naturaleza. Expresarse desde un yo lírico cruzado por esas tensiones y esos conflictos que vos mencionás, es la propuesta de una poesía con carnadura, pensando en el ser desde el ser. Aspiro a una poesía que proponga un mundo difícil de preguntas irresueltas, una poesía incómoda que interpele sobre nuestra condición de… quiénes? Una poesía de la inocencia que empiece a raspar el hueso de lo artificioso y encuentre por detrás de la palabra, la cosa pura. Yo quiero eso, quiero la cosa pura, quiero ver detrás del ojo de la cerradura, quiero saber, pero no desde la palabra, quiero saber con todo el cuerpo. En el fondo, sé que es una gran utopía de una neófita. Por otro lado, una poesía por fuera de eso, es posible y hasta deseable, pero para mí recae en esto del juego. Yo no la quiero. No para mí, al menos. No ahora.

Es sorprendente la riqueza musical (sintáctica) de tus poemas, que articulan partes muy diferentes tonalmente entre sí. ¿Sos consciente de esa respiración con tantos matices a la hora de componer y de repasar (corregir) tus textos?

—No, no soy consciente. Recién en mi último libro que va a salir el año que viene, Curva de remanso, comienzo a estar pendiente de una musicalidad. Antes pensaba en imágenes, mi preocupación era ir detrás de las imágenes. Intentar promover la idea de la imagen –como idea de totalidad–, evocar, con el recurso de la palabra, que se realiza en una sucesividad. Allí radicaba mi principal dificultad estética, si se quiere, poner a dialogar esos dos lenguajes.
Y finalmente, corrijo poco, muy poco. No quiero que suene a pedantería, cada persona que escribe tiene una conducta para con su obra. Y no es que prefiera los errores, la falta de estilización o elegancia, eficiencia. En el fondo, puede que se vean esas dificultades con la palabra en mi poesía. Si así fuera, no me parece algo menor.

Lo digo por tu entonación, por tu sintaxis, por los giros coloquiales: ¿puede pensarse a la poesía como un diálogo con todos y con todo?

—Sería maravilloso, ¿no?

¿A qué apuntan tus faltas de mayúsculas y puntos? ¿Qué buscaste con los usos que hiciste de ellas en algún poema (por ejemplo, el Dulce, Alta Sombra)? ¿Se usan para mencionar a las presencias sagradas?

—Tal cual lo decís. Las entidades amadas tienen nombre propio.


TABACO MARIPOSA

aprendí a fumar con rubén
enrrollando tabaco mariposa en papel
de seda

lo hacíamos de noche
sentados en un escalón de la casilla
mientras a nuestros pies
sus lánguidos perros soñaban
con la sangre dulce de las liebres
en el monte cercano

a veces todo era oscuridad, salvo
su cara
iluminada brevemente por el fuego
como un animal
por los relámpagos

el día que se fue del pueblo
me dejó su radio
y los jabones partidos
que yo usaba pasándomelos
despacio
por el cuerpo
con la última espuma disuelta en el agua
se fue, también, la memoria
y el deseo de él
una cosa fragante
y sutil
como los eucaliptos
cuando los moja la niebla



CURVA DE REMANSO

haber abandonado qué?
haber conseguido qué?
la belleza la costumbre el trapo

yo esperé largo pero no vino
nadie a verme en mi silencio yo esperé pero
no vino nadie a verme en toda muerte

estuve ausente yo o todos los que amé estuvieron
ausentes
o estuve ciega yo y no vi nada más que el
mendrugo en la mesa el hijo
en la cama, helado, el hombre a mi lado frío, el
ladrillo de mi casa
cayéndose, quebrado, el perro que guardé rabioso

estuve ausente yo o el infierno estuvo
en el ojo que vio caer la tarde, porque el infierno
no está
arriba o abajo, sino a nivel de las cosas
elementales
grano negro abierto en la lluvia o sapo, o entero
cadáver desmigajándose por el verano, como una
hogaza yéndose
hacia lo invisible

estuve como ausente yo o me llené de ceguera y no pude
ver cómo de a poquito se fue el padre y los amigos,
el verano altísimo
y duro en que perdí todo lo que había para perder y
me llené la boca
de esta arena caliente en que hube de construir
todo lo ido, lo seco
lo difícil

vine y no estuve, o nadie
estuvo, o desaparecimos de a poco, borrándonos
como se borra el campo en la mansa precipitación
de la noche


UNA PIEDRA ARROJADA

Esto es el tiempo: una piedra arrojada desde la altura
de Dios o de los hombres,
circular, pulida por el camino de fuego y aire que atraviesa,
ese espacio vacío en que —dicen—,
se desarrolla la falacia de la eternidad.
Cae sobre el agua y abre el círculo de nuestra vida.
Todo cabe allí:
las máscaras desiguales que nos protegen o evidencian
—como en un absurdo teatro de luces y sombras—
el número de los días en que fuimos felices,
cada uno de los ásperos amaneceres en que negamos los sueños,
la vidriosa transparencia de los animales que acariciamos,
la rara inocencia que no pudo pervivir en nosotros.
La piedra cae. Y cuando el círculo alcanza
su máxima definición, desaparece,
y las ondas no son ya más que un eco triste
disperso entre otros círculos, de otras vidas,
que no son las nuestras. Ese roce sutil,
ese leve toque de agua será el encuentro
entre dos cuerpos,
ese pedazo de amor, rabioso y breve,
hurtado a la muerte.



Elena Anníbali
Nació en Oncativo, Córdoba, en 1978. Es licenciada en Letras Modernas de la Facultad de Filosofía y Humanidades, U.N.C. Publicó Las madres remotas (Editorial Cartografías, 2007), Tabaco mariposa (Editorial Caballo negro, 2009), “El tigre” (relato, en EDUVIM, 2010) y La casa de la niebla (Ediciones Del Dock, 2015). Colaboró en antologías de poesía y cuento en Argentina y el exterior. Se dedica a la docencia y a la investigación.
Fuente: laficciondelolvido / cainabella / diceelwalter  / Diego Colomba - opcitpoesia - archivo entrevista de febrero 2017 /Fotos: lavoz.com / opcitpoesia

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