LAS VIEJAS ORDINARIAS

—Mire don, a la mesada de la cocina, le voy sacar esa grasa que tiene en las orillas, fíjese, es un asquito como está ahora. También el piso tiene algunas manchas que soy muy difíciles y con estos líquidos no salen. Me harán falta otras cosas, con esponjas no van a salir. ¿Quiere que le anote las cosas que hacen falta? Bueno, mientras tanto le plancho la ropa. Cuando vaya, compre un desengrasante, un limpiavidrios, una espátula, cera para los pisos y también repasadores, porque eso de andar secando las cosas con servilletas de papel lo va a fundir, no se olvide de traer tres o cuatro perchas para las camisas, le hacen falta. Ah, otra cosa, aunque usted es bastante ordenado, debe saber que “los oficios domésticos no son para los hombres”, cuando necesite coser algo, un botón por ejemplo, un cierre, zurcir, deje que lo haga yo. 
¿Quiere tomar un té?

—No Nely, gracias. 

—En esto de los arreglos de la ropa, la limpieza de los baños, de los muebles y los pisos, sepa usted que nosotras somos más cuidadosas. ¿Sus zapatos están lustrados? Lo mismo para cuando tenga que lavar la ropa, espere a que yo venga. Ahora voy a planchar aquí, porque para mí es más cómodo en la cocina, así de paso veo un poco de televisión y me tomo unos mates, pero yo le pongo azúcar y muevo la yerba. 
¿No le molesta?

—No Nely, tome usted. 

—Otra cosa, fume menos, entre usted y esa maestra que vino a contarle esa historia vieja de la familia en las guerras, llenaron los ceniceros. Hablando de todo un poco. ¿Sabe quién es esa chica? ¿No? Bueno, es la hija de la polaca, una mujer que vive por allá, por la 25, que dicen que el marido andaba en cosas raras, decían, y que por eso los milicos se lo llevaron y por aquí nadie lo vio más. Dicen, porque como usted sabe, aquí se hace un comentario en blanco y negro y las viejas ordinarias lo difunden en multicolor por todo el barrio. Si, la cuestión es que salieron a decir que el tipo andaba con otra fulana y aprovechó eso para mandarse a mudar con su amante. Hay cada una por aquí. Pero la chica salió buena, parece. La polaca en cambio, se volvió medio loca. 
¿Cuándo me dijo que va a viajar? 

—La semana que viene. 

—Espero que le vaya bien. ¡Ay Dios! Apague eso, un día voy a venir a limpiar la casa y el señor va a estar muerto con los pulmones tapados. ¿Acaso no me dijo usted que el médico le prohibió el cigarrillo? Pero no, el señor que escribe cuentos se cree que él puede caminar por la vida más allá del bien y del mal, como si nada. Qué bonito. Por más que me deje estos números de teléfono y llame. “Hola, soy la señora fulana de la limpieza, el señor está en mal estado de salud, venga urgente. ¿Hola policía? ¿Hola emergencias?” Gracias por la gran confianza, pero póngase en mi lugar, no quisiera pasar por ese momento de angustia. Ayude y ayúdese, ponga algo de voluntad, y disculpe que me meta pero le quedaría mejor si se afeita. Y no ande por ahí medio amargado. 
¿Tomó la medicación? 

—Si Nely, ya la tomé. 

—Ya se lo dijo su amiga de Córdoba ¡Esas son mujeres! Está a la vista que lo quiere de verdad. ¿Recuerda que le dijo? Gordito bajá esa panza. Aquí tiene anotada la dieta que le dejó, hágale caso. Le pidió que se afeite, hágale caso. Le pidió que camine, hágale caso. Y ella tan elegante, tan fina, con sus buenos modales, con esa simpatía que tiene, y ¡Cómo le decía que no dejara de escribir! Gordito, escribe que te hace bien y es lo que te gusta. Qué lástima que se fue ahí nomás. Ah, la familia pasaba para La Rioja. ¿Le digo una cosa? Pensé que tenían algo ustedes. ¿Nada que ver? No se ven por aquí esa clase de amistades. Menos mal que vinieron justo cuando estaba limpiando los pisos. "Señora, usted se encarga de cuidarlo mucho", me dijo. Se ve que le caí bien. Qué quiera que le diga, a mí me encantó conocerla. No como a éstas de acá, viejas ordinarias que se la dan de no se qué. Bueno, usted ya se va a dar cuenta que aquí, "no todo lo que brilla es oro". 
¿Le cebo unos mates? 

—No Nely, gracias. 

—Me imagino qué van a decir ahora estas viejas ordinarias, cuando sepan que trabajo para usted. Mire, las estoy escuchando: “Que yo vengo a darle favores al señor” ¡Já! Pero es lo único que les falta a estas lenguas largas, viejas fracasadas, que hacen gárgaras con veneno, inventando estupideces para arruinarles la vida a los demás. Se creen que pueden tener un lugar importante en la vida de las otras personas, llenándolas de chismes y mentiras, con la calidad que tienen. Son profesionales del embuste. Y las cosas que hablan, usted no tiene idea, vea. En su caso, a usted no lo conocen, nadie puede decir nada de un hombre que ya está grande, sensible y melancólico. Disculpe la franqueza. Y por lo que se hasta ahora, no le debe nada a nadie. Ni habla de nadie. Encerrado todo el santo día escribiendo y leyendo. Pero de mí ¡Já! Van a hablar hasta por los codos estas mujercitas. Me quiere decir usted, ¿qué carajo les importa a estas viejas ordinarias y caraduras lo que yo haga de mi vida? 

—Nada. 

—Si en vez de mirar la paja en el ojo ajeno, miraran la cuernos que tienen en sus cabezas. Si en vez de hablar de los otros, se fijaran en lo que es su familia, llena de vagos, de atorrantes, fumadores y tomadores con dinero ajeno. Si supieran de mis deudas y que me levanto todos los putos días para fregar casas ajenas y llevar el puchero a la mesa, mire, irían a misa a pedirle a la virgencita que les corte la lengua y se las tire a los chanchos, vea. ¡Já! Pero no, usted no tiene ni idea de lo que es vivir aquí. 
¿Le preparo un café? 

—No Nely, gracias.



Walter Ricardo Quinteros
©2019 "Las viejas ordinarias"
diceelwalter.blogspot.com / Foto: Diario Los Andes


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